I Voz
Soy piel curtida con la fricción de las manos.
Legajo con textos mil veces borrados.
Libro de hielo con filigranas de siglos.
Es la verdad fósil que espera revelarse.
Memoria implicada en forma de roca.
Leo en los ojos las súplicas de la vida.
Me encuentro en el palacio de la paradojas
En la caja de Schrödinger y los gatos fantasmales.
En el rincón de las probabilidades me encuentro.
Con la incertidumbre prendida en la boca.
Una partícula que pasa por dos puertas a la vez.
Ninguna y las dos nos suceden el lugar.
Esfera misteriosa donde la razón se pierde.
Estás vivo y muerto al mismo tiempo.
¡Eres sorprendente hasta en el tránsito!
Yaces en una sonaja de caña verde.
Allí cantas los salmos con voz vibrante.
Se estremecen tus huesos al sentirme.
La melodía son cantos que estremecen.
La montaña los entona y nos merece.
Tu y yo somos los hijos del tiempo.
Respiramos como albinos asistidos.
Vivimos encadenados en la luz del alba.
Tenemos el pensamiento compartido.
Es máscara de mimbre que tejen las nubes.
El mismo rostro, la misma voz de plata.
Alterna que estás muerto y yo estoy vivo.
Sólo el misterioso invovoz nos recuerda.
Él canta gozoso, dice que la vida es vuelo.
Así lo hace hoy con los rigores del día.
Mañana será otra alucinación.
Con brío la entonará temprano.
Al despuntar el alba cantará los salmos.
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