sábado, 2 de enero de 2010

La muerte

El invovoz es una máquina a propulsión. 2-1-10

Legajo VII. III


La muerte. I Voz

Ante la muerte; no soy el juez del universo.

Por eso exclamo: ¡haced lo que os venga en gana!

Yo... excreto la luz celeste y digo...


Los hombres hacen las normas.

Respetarlas..., pervertirlas..., cambiarlas…


¡no hay pecados en la vastedad del cielo!


No me sirven las frases entre vosotros.

¡no hagas lo que no quieres que te hagan!


Tu tienes que matar para seguir vivo.

Dispones de un destello de conciencia.

Eres un depredador temible, ¡delirante!

Te doy la piel del miedo, ¡eres consciente!


No piensas con prudencia ni sentido común.

Tienes libertad para aprender sufriendo.

Algunos deslices resultarán fatales.

Pagarás por ello toda la vida.

Sólo tú eres responsable y guía.


Nada es perdurable excepto la luz que expulso.

Tienes albedríos, lo dejo escrito en la mente.

La nada lo es todo si ahuyenta el tedio.

Sólo es ilegal en la ley de los hombres.

Sin ella serás menos que un chacal.


Esas normas no me incumben.

¡no me atañen cuestiones morales!


En los albores del día se encuentran. 2-1-10


II Voz

El cumplimiento de la pena no es nada.

Un soplo en el aire, un instante seco.

El importe se paga en el camino.

El miedo es fermento en la vida.

El dolor y la aflicción también.


La muerte es un transito la muerte.

La administro sin diseño previo.

Es como tomar un sendero de sombras.

Un canto inaudible entre las hojas.

Un paso diminuto entre partículas


El alma desaparece al instante,

Se fulmina, como una luz se apaga.

No queda nada si no tienes recuerdos.

Lo que os digo hoy es sueño cimbreante.

Quizá una grabación que hice en vida.


¡Virtuales fabulaciones del invovoz!


Os dejo la confirmación de que no queda nada…

Todo lo dejo escrito…

En código binario anotado…

Con un dedo…,

en un instante…,


¡puedo borrarlo todo!