jueves, 18 de febrero de 2010

Ció se encarna en la luz

Me encuentro sereno entre resplandores. 18-2-10

Ció es la excitación del concepto, más tarde será verso, idea hecha forma.

En el principio de los tiempos no fue el verbo según se dice; con un viento racheado se dio el aliento de la concepción. La vida fue posible y el concepto se formuló, no en forma de palabra, no, se dio en forma de vida temblorosa. La concepción del mundo ha sido un encadenamiento de sucesos, lentos, prolongados y genitales. El coito de las partículas está detrás de todo el proceso. El impulso material es fermento proteico de todo, el estremecimiento físico es el origen, en él nace la libido excitante que se ubica en el corazón del mundo.

¿Ció muere o se marcha con su amado?
¿Huye del dolor de los humanos o busca el reposo apacible entre las vibraciones del tiempo?

Quizá es roca que contiene la urna del amor humano...

Nunca sabremos nada de las “voluntades” secretas de la luz…es demasiado complejo el devenirse en palabra, en encarnarse en verso...

¡Somos hijos de ella!

En la puerta de los limbos, Ció contempla lagos oscuros, se lanza al vacío y vuela rasante a la aguas primordiales. Movida por el viento que sale de su boca sobrevuela las llanuras acuosas y contempla los páramos de la soledad y la nada. Iluminada con la luz de sus ojos se yergue ante la adversidad y canta. 


-Madre almendra hija en flor…-

En la lejanía observa un promontorio oscuro, se dirige hacia él, mueve sus poderosas alas y se posa suavemente.

Como papel de seda se posa.
Todo vuelve al inicio…

¡Ció aúlla una nota prolongada!

-Madre almendra hija en flor…-

Durante siglos queda quieta en aquel lugar sin ley, las dos plumas que cimbran su cabeza toman la medida y el ritmo del tiempo. Allí, sin decir nada, estira el cuello una y otra vez.

Así ensaya el primer canto…

-Madre almendra hija en flor…-