sábado, 19 de diciembre de 2009

El alma y su peso.

Los palitos de milenrama hablan de los instantes. 19.12.09


El peso del alma


Hay días que hace falta señalar en el calendario, no por que sean extraordinarios, lo haces porque merece la pena mantenerlos en la memoria igual que mantenemos a los amigos.


En primer lugar resalto la inauguración de la Galería Antoni Pinyol, la exposición de Dennis Maher. Me pareció que estaba delante de los retales de una realidad fragmentada, el espejo del mundo destrozado con un martillo, fragmentos unidos que configuran un universo desmembrado. En su fragmentación, nos habla de cierto caos que se ordena, o bien, de cierto orden que se rompe irremediablemente.

Maher, en un acto generoso de explicarnos que es lo que había hecho, se mesaba el pelo mientras hablaba. Hacía gestos simiescos y estiraba de las ideas hacia arriba. ¡Era un autentico performans! Haciendo un esfuerzo considerable para explicarse, como si el orden se estuviera formulando en la cabeza de la misma manera que lo hacía en los cuadros, nos ilustró sobre las tres capas de realidad que sobreponía en sus arquitecturas fotográficas. Entre otras cosas habló de los siete ángeles y eso me unió a su pensamiento por un instante, Yo también había trabajado el tema; Ángeles o destilación de animales invisibles...


Los siete arcángeles son en el argot religioso los príncipes del cielo, los gobernadores de los mandatos de Dios. Yo que surco cada día los confines del limbo no me he encontrado con sus reinos, no he visto sus rostros, ni sus virtudes y menos sus efectos, pero en la mente humana los hay a centenares. No haciendo crítica ni escarnio del tema, los ubico pues en el pensamiento, estas figuras causan, como tantas otras cosas, efectos terroríficos y balsámicos y si eso es bueno para el sosiego no hay nada que decir al respecto.


Después de este ritual entre amigos, de festejo por el encuentro y el saber, nos fuimos Assumpta y yo a cenar; nos esperaban en la Casa de Pili Monge y Joaquim Barriach. Todo fue en familia, relajado y macerado con una vieja amistad. Después de recordar el pasado en Castellvell, mi pueblo adoptivo, de hacer presente las aventuras de cuando criábamos a nuestros hijos, de hacer un repaso a los mordientes de la vida ante una cena magnífica y un vino que templaba los mejores ánimos, Joaquim me dijo;

–¿Sabes…? el alma pesa 14 gramos –

Pili apostilló:

–Son 21gramos–

Cuando veníamos hacia casa recordé haber leído alguna especulación al respecto del peso del alma, este es un tema que me ha ocupado algunas horas. En 1927 una revista, American Medicine, publicó un artículo con los extraños resultados de un experimento. Un médico, MacDougall, se había dedicado a pesar los difuntos antes y después de morir. También lo hizo con perros y otros animales. El diferencial en todos los caos humanos era de 21 gramos, en los animales no había diferencia.


¡Yo lo celebré al instante!


En Castellvell teníamos un gato que murió de forma súbita, lo encontré ya frío en el rincón de la fundición. Me impresionó su estado y con una pala lo recogí del suelo, al empujarle con la herramienta dejó en libertad un maullido lastimoso… En aquel momento pensé que era su despedida, después, más calmado, que el aire que había quedado en los pulmones se había liberado y producido aquel maullido posmortum…¿?

Todo esto recordé ayer movido por los efectos de un vino del Priorato; me alegró pensar que el alma de mi gato era aire, un fuelle que timbró el último verso, canto que anoto aquí para el recuerdo.


Como ya he explicado en otras ocasiones, el alma es física y tiene un componente físico que, como el resto del cuerpo, vuelve a su lugar de partida...