lunes, 24 de agosto de 2009

Los pies y el camino.

Alcor, Benben y el nacimiento del sol. 24-8-09


El ser que busca las puertas del asombro, el que quiere saber e indaga en el lado oscuro, en lo no pensado, camina como Fénix por los campos umbríos del no saber. Navega por las estelas sutiles de las hipótesis y hace un sendero con su caminar por el cual llega a configurar un pensamiento acoplado a las vivencias del mundo. Es una luz propia que se ha formulado en él, una luz que después se desprende en la línea virtual del horizonte.

Siempre ocupado entre aquello desconocido y la frontera de lo pensado, el ser inquieto, el que quiere saber, mete las manos en el limo y extrae pepitas de oro, o bien, ¡cunanas para los niños!


Una de la preguntas que destila el alba es; qué cambios de luz tendré en unos minutos…!es una incógnita!


La tierra, la luz desconocida llama a los intrépidos, les atrae por el misterio que desprende; allí, donde la incertidumbre es el paisaje natural del alma humana, se abre para ellos la puerta del saber. En esta situación se halla el buscador y hace camino en su permanente indagar. En esa actividad toma conciencia de los efectos que causa en él la realidad insoslayable del trayecto. Ésta es la idea de la obra de Fénix, una imagen metafórica sencilla que abarca cierta complejidad.


Ahora estoy en la aventura más asombrosa que jamás he experimentado, describir los paisajes de la muerte. Son cantos que me dictan las resonancias de la mañana y que me comunican levemente los instrumentos con las luces del alba.


La escultura Alcor II, el columbario de la saga de los Fénix, es un testimonio del viaje. Quiere presentar y hacer reflexionar sobre el tiempo, el nacimiento, la muerte y la condición humana. También sobre como los paisajes vividos, el trayecto recorrido, construye la vida, el pensamiento y la historia. Al final, "ya de vuelta, en el renacer, o en el nacer del hijo", una luz tenue, de conciencia turbada le asombra, mira a su alrededor y encuentra el hogar calcinado. Espera un segundo y se da cuenta de que es la respuesta presentida.


¡La reencarnación era una ilusión!


Como dejé presente en la escultura de la Universidad de Barcelona, somos aliento en el camino, al final quedamos fundidos en el aire…


¿Puede ser que seamos sólo aliento entre los velos temblorosos del aire? ¿Un faro en la lejanía que se apaga y queda disuelto en la nada...? Fénix así lo presenta, sólo existe la posibilidad de la reencarnación en el hijo. Pero el hijo puede ser el destructor de su memoria, no hay alma resucitada, hay itinerario en la vida y en la muerte, pero las contingencias desaparecen en cada uno de nosotros y en los trayectos recorridos.


La Ítaca esperada, la Icaria soñada, ha estado viva en el viaje y el hecho de andar y hacer caminos para encontrarla ha merecido la pena. Fénix o la ciudad del sol está siendo un viaje extraordinario sin moverme del lugar, ¡un gran viaje! Ahora Fénix me dicta los salmos, los pies peregrinan por los escenarios de la mente y el resplandor del sol me ofrece un fondo sin igual cada día. El patrimonio experimental que todo ello va dejando es el testimonio de mi existencia. Observo como una vivencia interior enriquece los días y el regalo estético que la naturaleza me ofrece, colma sobradamente los esfuerzos empleados.


Al despuntar el alba se abre una nueva puerta, siempre diferente…


Al final del trayecto igual no queda nada, o puede ser que contemple alguna cosa valiosa. Igual todo queda en Alcor II, en el Huevo de las cunanas, o en un tubo de cobre con un testamento escrito en El pozo del dolor. Siempre es así el viaje de la vida, una pregunta cerrada, una campana de plata que resuena entre las fisuras del aire.


¡Una ventana de asombro que se cierra súbitamente!