viernes, 28 de agosto de 2009

La historia

La luz pasa entre los dedos, esa es la verdad. 28-8-09


Toda la historia de la humanidad se comprime en nuestra mente y de ahí escogemos nuestras verdades, ¡diamantes entre la basura! Los nuestros, los otros, los buenos los malos, las víctimas, los verdugos, una sinfonía interminable que cubre el entramado social. En algunas ocasiones el corpus social llega a sufrir una patología grave. Así, cada individuo lleva su universo mental asentado en la confianza en “su grupo”, en él se deshace el nudo de la confusión y se ve con claridad el error de los otros. Desde entonces camina con la seguridad de que él es diferente y posee la razón, la justicia, el derecho, la verdad, la causa que justifica los medios y si es necesario la inmolación.


En ocasiones esta razón se asienta en que llegó antes y clavó la bandera. (llegó antes o eliminó a los que estaban). Como un perro se meó en la piedra central del territorio y lo marcó con cadáveres. En otras enarbola a su dios como la razón absoluta del universo, en otras es una cuestión histórica, –¡siempre ha sido así y siempre lo será!– Normalmente ese siempre es el tiempo de su ilusión historiada. La historia como ciencia no es nada más científico que las recreaciones que estoy haciendo con Fénix; yo también tomo los conocimientos de la “realidad” para presentar el hecho de nacer, morir y renacer. La luz pasa entre los dedos, esa es la verdad que desprende Fénix o la ciudad del sol.


Verdades, mentiras que se protegen y cultivan como tesoros y en muchas ocasiones esta alucinación esta unida a la vida de miles de personas, ¡así es la condición de los hombres! Autenticas fosas comunes recogen el dolor de la humanidad. Hoy he anotado en el cielo una palabra, con el dedo he escrito los nombres de los justos, allí dejo ir el dolor de la humanidad.


Junto a mi casa he realizado un pozo, una perforación de 180 metros para depositar los agravios, si queréis las almas, de los que han sufrido injustamente. Una mentira, una gran tragedia encadena nuestra vida, ¡quién lo diría, nos mata lentamente una mentira!


No hay que pensar que son los otros los quiméricos, los que mienten, todos vivimos en la ocultación, en la amnesia y el olvido intencionado. Podemos matar con el acto sutil de la omisión. ¡Cuantas nobles ideas han sido eliminadas por una orden implícita de un poder débil y la mano del archivero subyugado…

Cuantas personas de valor viven el ostracismo, en la sombra, en la soledad y el desamparo, arrinconados por la voluntad de “patricios” autocargados de blasones y vanidad. ¡En nuestra ciudad es caldo de cultivo…!