sábado, 11 de julio de 2009

Saludo con los dedos abiertos

Entre los dedos pasan 11-7-09

Saludo primero con la izquierda, después con la derecha y procuro estirar el brazo hacia arriba para asirme lo más alto posible. Con las dos manos saludo, ¡con el sol hay que ser equidistante! Seguramente el brazo en alto también ayuda a cambiar la escala, a compensar las alturas, a equilibrar las metáforas. Soy pequeño y me elevo sobre el tiempo mineral. Alcor es una atalaya nimia pero poderosa, es el símbolo de la idea sobre la tierra.

Todo nuestro poder se contiene en el valor de los conceptos; sobre ellos asentamos la ciudad del sol, o lo que es lo mismo, la ciudad de los humanos. La idea ordena constantemente el caos y ese orden se despliega al ámbito colectivo y configura el hábitat de la cultura. No podemos vivir fuera de los conceptos, y a su vez, conceptualmente somos auténticos mostrencos. Todos vivimos bajo el orden de las ideas pero casi todas quiméricas.

Nuestro valores crecen, envejecen y mueren, espiritualmente somos como el viento del amanecer, parece que no cambia, pero nunca es el mismo, aunque tenemos que convenir que es un principio equivalente; este es invariable, viento del alba, ideas que brotan de lo pensado y se pierden detrás del horizonte.

Los rayos del sol pasan entre los dedos como la brisa de la mañana, de hecho me cuesta distinguir los fenómenos que pasan entre ellos. Con el tiempo observo los efectos, se han dibujado en la piel y esta me lo explica con el color y la fortaleza. Como en los árboles, ¡en mi corteza se escribe el paso de los días!