domingo, 2 de agosto de 2009

Jácaras a Fénix

A la Ciudad del sol. 2-8-09

Uno de los trabajos que he realizado sobre Fénix ha sido Las jácaras, una narración poética que toma parte de la tradición del mito; la preparación del entierro de los restos del Fénix muerto y el traslado al lugar sagrado de Heliópolis. El momento está interpretado como la muerte del padre y el trayecto épico del nuevo Fénix hacia la Ciudad del sol donde ha de depositar su pasado. Actualmente los restos los deja en el lecho del río, en el pozo del dolor y en el altar del templo del sol, Alcor, en Tarragona, muy cerca de La Comella…

Debido a que ahora estoy en Estella, (fuera de mi espacio de trabajo) y ocupo el tiempo a las relaciones de familia, publicaré por capítulos los cantos que narra Fénix en su trayecto por el inframundo, las tinieblas de la noche, los paisajes que visiona y los recuerdos que le atormentan su espíritu en la noche del duelo.

Las jácaras son recitadas con entonación de letanías y están presentes en el video que se publicó en este mismo blog con el título Fénix o la ciudad del sol.

No es una excusa que justifique las deficiéncias: no he recitado nunca, no he hecho teatro ni tengo la voz educada. Las jácaras están sentidas y con esa confianza están publicadas. Espero que en el futuro se puedan mejorar…

El texto tiene dos voces: las del protagonista, Fénix que habla con el cadáver de su padre mientras lo lleva a cuestas por montañas y valles y las del narrador que es el que presenta las observaciones de cada día subido en una piedra (Alcor), desde allí canta y danza, contempla la salida del sol y los colores de la aurora…

Jácara I
¡Padre yo te llevo!
cargado sobre mi,
¡yo te llevo…
A LA VIDA!

Eres una flor pequeña, ¡diminuta!
Luz que se eleva por encima del horizonte.
Resplandeces en los colores del alba.
Eres la prueba evidente de los vencidos.
¡ya llegamos!
Es la hora del resplandor esperado.

Tienes frío, ¡estas tirititando …!
Yo te llevo padre, ¡lentamente!
Te llevaré como un caudal estimado.
La noche es larga y cubierta de tinieblas.
Ahora caminas con el pecho oprimido;
respiras anhelante y miras más allá de horizonte,
solo, ¡como siempre entre sombras!