sábado, 21 de noviembre de 2009

¡Tan distante... Musito entre aullidos y os dejo una dulzaina. 21-11-09!

II Testamento

Legajo II. I


Presta atención dulzaina nacida de la luz.

Soy el pájaro luminoso que planea tu ciudad.

Vivo entre los rayos radiantes de tus ojos.

Hoy, tan distante, aquí te alumbro y animo.


Como una capoeira hay que danzar cada día.

¡Hay que luchar para estar vivo!

Mi hijo sigue el rastro y hace voltear la aurora.

Cada mañana siembra los campos sin querer.


Todo lo he visto y estoy comprometido.

Soy fermento en el proceso de la vida.

En todo estoy implicado sin voluntad.

Mi decisión no cuenta en los asuntos.


Cada día os doy de comer y cálidos besos.

Excito la tierra y los campos de trigo.

Fermento los lagares día y noche.

Con viento templado hago brotar la vida.


El universo es inabarcable el universo.

Como mi luz se expande, así es mi voz.

En mi boca se contrae un canto infinito.

Disuelvo las estrellas en mi estómago.


Es un ingesta cósmica implacable.

Preparad las escudillas, os daré de comer.

Una y otra vez hasta el fin de los tiempos.

Mis ácidos maceran todos los pecados.


Escuchad el canto del alba como ríe.

Sólo habla una vez cada día, después llora.

¡Crear es mi nombre, soy el hacedor!

Mi testamento está escrito en los albores.


Como las plantas gimen los coitos aéreos. 21-11-09


Canto a la madre


Dulzaina

¡Ay si, ay si!

que te espero

Traspuesto en sal fascinado

Dormido entre los senderos

Soy niño de pecho alado

Tu rostro enmudece y danza

Afrodita, sierva sagrada

Eres dulzaina que silva y canta

Entre los montes del miedo

Tus manos hoy son de fuego

Tus senos nos amamantan

Caldera que funde el vidrio

Mil voces que a coro cantan

Para mecernos

¡Entre cunanas!

¡Ay si, ay si!

como niños de pecho

Tu rostro enmudece y calla

Sentada encima del lecho

Dejas libre aliento del alma

Tu pasado siempre maltrecho

Letargo terminal de la batalla

Mis ojos moldean el techo

Afrodita, invovoz del alba

Chirimia de los mil vientos

Eres hija añil de mañana

Con las manos en la cintura

Siembras mijo y esperanza

¡Ay si, ay si!

Tu rostro enmudece y calla