viernes, 12 de marzo de 2010

De pie, brazo en alto te saludo.

De pie, brazo en alto te saludo. 13-3-10
Capitulo II
En un minuto, la cunita hecha de un tronco hueco le salvó la vida por segunda vez, ¡fue la fortuna en un comienzo infortunado! Mózes recuperó el aliento pero no el color, no tenía color en su cuerpo, estaba hecho de pura luz. Su madre bajó el palo y se llevó la mano a la boca para contener un lamento, el padre volvió a decir, ahora con menos ímpetu.
–¡tiene que morir!–
Desde aquel momento su madre lo protegió, lo cuidaba como a un pajarito herido. Pasó por encima de todos las presiones familiares, por las predicciones del cacique del pueblo que aseguraba que les traería la desgracia a todos. Soportó las maldiciones del sacerdote, un brujo descarado y grosero cubierto con la capa de dios, un alma gris acompañado de un truhán el cual siempre iba acompañado de un aparato de radio descomunal en el hombro, zapatillas de marca y gorra caída hacia atrás, ligeramente oblicua. El mal bicho, aseguraba que Mózes era un señuelo de Satanás y que tenía que dárselo para hacer muti, un bebedizo que se hacía servir para exorcizar las desdichas que acechaban el camino de la vida.
Este era un suceso más entre los muchos que se daban cada año por aquellos lugares. Donde estos casos tenían un matiz que rayaba lo increíble era en Tanzania, en las regiones mineras de Bulyanhulu, donde los pequeños mineros compran amuletos, especialmente dedos, orejas y penes de los albinos. Hasta se ha dado el caso de comprar piernas y pieles enteras con la creencia de que era la manera de atraer las mejores vetas de oro a sus propietarios.
En el pueblo de Mózes corrían estos comentarios como aliento secreto. El brujo alimentaba la versión maléfica, argumentaba con todo tipo de detalle que les caerían las lluvias del dolor, las tormentas del infortunio, si no se ponía remedio lo antes posible. Eso era lo que aquel truhan decía a la gente, pero en realidad lo espiaba cuando salía del pueblo a defecar. Con sigilo recogía los excrementos con la convicción de que eran el único remedio eficaz contra el SIDA… Con gran revuelo propagandístico lo vendía en los mercados de Sadiola, Same, Medine, Kakoulou. Seguía la ruta del río Senegal hasta las cascadas Nguima y después regresaba por la otra orilla. En ocasiones tomaba el tren de manera furtiva desde Dakar hasta Bamako y en él vendía sus remedios con gran revuelo y fortuna.