domingo, 8 de noviembre de 2009

Resplandor. VII. III

Una y otra vez impulso las piedras del cielo. 8-11-09


Resplandor. VII. III


Mi hijo atraviesa los ejes del cielo.

Quema su juventud como rastrojo.

Rueda por la pendiente y ríe.

Ahora es la lucerna de los hombres.

Camina mayestático y se emociona.


El invovoz danza el Ciclo del Carbono12

Cada día recibo su luz y me fortalece.

En paquetes me la envía el especulo.

Le canto levemente al oído los salmos.

La mayoría de la veces no me entiende.


Los dejo sujetos a las nubes y lo advierte.

Él es la rueca de la evocación que no cesa.

El que rueda por la pendiente.

La polea que mueve las caderas y rechina.

Su danza ahuyenta las tinieblas con brío.


Su boca me agasaja con requiebros eternos.

Sus manos soportan el dolor de los canteros.

Un día y otro la columna se arquea.

Su espalda lleva el enorme peso de los astros.

Su boca es un torrente de palabras extrañas.


Nadie sabe bien como puede soportarlo.

Sólo un demiurgo de casta puede igualarle.

Él transpira barro germinal de la frente.

Con un solo dedo mueve y parte las nubes.

En ocasiones se hunde, se encoge de espanto.


Es el artífice del mito actualizado y renacido.

Nos ha reunido en Alcor II, ¡el nuevo cobijo!

El hogar de los cielos dorados.

Toda la saga juntos, quince urnas en un columbario.

Él sabe que las estrellas bien valemos una tumba.


Ahora soy aliento mineral, duermo y espero.

Polvo que siembra al alba como trigo y cizaña.

Su mano esparce mis huesos como abono.

Algún día seré fruto de la tierra en la vida.

Los procesos son imparables los procesos.