lunes, 7 de septiembre de 2009

Peonzas tambaleantes

Soy el Beben y tu naces sobre mi. 7-9-09

El mundo gira sobre sí mismo, es el juego de una peonza que disfruta del beneficio del gran impulso, de la fuerza inicial que provocó el nacer, el salir por la ventana del asombro. Una peonza que sabe que el impulso es débil, que en cada segundo tiene una leve pérdida de energía y que al final del trayecto caerá borracha y tambaleante en el suelo. Inmóvil y rota como lo hace nuestro pensamiento a
escala pequeña. Con gran estrépito pierde su discurso, descuida su argumento principal y su aliento queda confundido en la nada. Morimos desmemoriados, evaporados y descalcificados, –el cuerpo y el espíritu se desvanecen, – nos dice el padre Fénix en los salmos.

Te hablo con humildad pero eres inapelable...7-9-09


Ahí acaban los pensamientos vagabundos y las imágenes furtivas; ¡eran peonzas tambaleantes! Los recuerdos vuelven a ser fundidos entre los granos de tierra y esta se nutre con los restos calcinados, también los pensamientos dejaron de proyectarse. Los seres vivos somos una réplica simple de su inteligencia potencial, de su proceder creador en los parámetros de la libertad. Hablo del mundo material, de su viral excitación, de su proceder impredecible. Como el ave Fénix se despliega ante los ojos y el resto de los sentidos, es tan magnífico su espectáculo que nos arranca aullidos de asombro, lágrimas de emoción.


La inteligencia es una cualidad extraordinaria que emerge de la sustancia invisible de la materia, una cualidad especial que crea orden en el seno del caos, un impulso misterioso que tiende a ordenar y formular principios complejos. Un impulso que genera memoria reproductora, busca la diversidad de todos los sistemas y nos deja un testamento imborrable ya que queda registrado en el libro oculto de la vida.


Esto me contaba mi padre que era un poeta de la naturaleza, ¡un trovador vencido!

En la herencia de ese saber acumulado me encuentro yo; también tú, y la pequeña flor del cerezo. Hay voluntad y memoria en la astilla de manzano que brota del suelo pisada por una piedra. Así, en su saber presentarse como vida espontánea y activa, nos insinúa los caminos de la creación. Como inteligencia transformadora baila el ritmo de los astros, nos presenta el espacio de Alcor para danzar y ser peonzas tambaleantes.


Para seguir el ensayo en el color de los días, me uno pues a la naturaleza, especialmente con los más próximos, los humanos que son también mi pesar. Autenticos lobos disfrazados de hombres justos. Las lecturas de la luz del alba no es precisamente nuestra afición predilecta, vivimos en la conspiración permanente, en el rencor y el impulso exterminador. !no n'hi ha un pam de net! (no somos trigo limpio...)


Cada instante sentimos el latido del mundo, ¡es imposible no sentirlo! Su timbre nos golpea sin cesar y leemos la memoria oculta de las cosas en un acto de terrible sumisión. Nuestro cuerpo es una caja de recepción de los impulsos que emite la naturaleza, también es una república confederada de células que trabajan en cooperación para “responder” a las preguntas que segrega el mundo. Así lo queremos pensar en ocasiones, aunque vemos claramente que el universo puede prescindir totalmente de nuestras observaciones.


El saber colectivo actúa en nuestra mente como un resorte de amparo; juntos somos más fuertes, juntos ahuyentamos el abandono. Todas las especies actúan así, los humanos especialmente. De manera gregaria se habita en un cuerpo superior, somos células de algo gigante que se mueve y piensa por nosotros; presentimos en ese cuerpo que somos peonzas tambaleantes.