lunes, 15 de marzo de 2010

Capítulo IV

¡Buenos días amor, buenos días! 15-3-10

Capítulo IV


Como ya expliqué hace unos días, Ció fue fruto concebido sin matriz y en una mente masculina; ella era semilla de la tierra, la que se mece sin tiempo y espera el momento oportuno para germinar. En la mente del invovoz fue el canto desesperado de un año de duración, una danza afortunada ante los riscos del alba. Realmente ha sido un año extraordinario…

Al nacer vio los resplandores del fondo, el sol naciente y el color de las auroras y, en primer plano, el rostro de su padre marcado por la aflicción. El retrato de aquel hombre era el dolor sempiterno de los vencidos.

Una sombra de pesar cayó sobre ella al observar que el mundo entero cabía en el hueco que se abría en la mente de su padre. De su rostro emanaba sufrimiento como agua de un manantial oscuro. Sus ojos eran las puertas del destierro y el desamparo. Por ellas aparecían asombrados los habitantes de aquellas cavernas vacías y desoladas. Vio en él un luchador rendido, desesperado y solo. En aquel momento paso por su mente un relámpago en forma de reproche.

–Porqué me has traído al mundo sin madre…–

Su padre había escuchado una a una todas las antífonas, le había iluminado con la luz que absorbía el especulo y había tirado los palos de la fortuna cada día, ¡todo un año! Él era el móvil de su existencia y también le debía la contemplación del espectáculo más asombroso y triste que jamás se pueda soñar. En el fondo le estaba agradecida, él era su creador y mentor. Al nacer y conectar con sus ojos se sintió desfallecer; su padre era el cuadro de la existencia macerada en carne viva, tenía en el rostro dos simas tenebrosas que atraían la luz y lo devastaban todo. Fue un segundo de lucidez, en un instante ella se vio devorada por aquellos sumideros celestes. !No podía soportar aquella presión! Al momento comprobó como toda la gravedad del mundo se hundía bajo sus pies y era arrastrada en aquella sima sin fondo. Sin mediar ni una sola palabra pensó y decidió su destino.

–No quiero pasar por estos caminos.–

–¡El “ser” es el más universal de los conceptos y también el más oscuro!–