miércoles, 17 de junio de 2009

Como el sol entre las manos

El alma de Kaschei.

"El pájaro de fuego". Obra de Mikhail Igor Stravinsky
A principios del siglo, (1910), y por encargo del industrial Fokine, Igor Stravinsky tomó un libreto basado en la mitología rusa para componer la música de su primer ballet, “El pájaro de fuego”.

La obra comienza en la noche cargada de oscuridad bajo la sombra aterradora de un mago llamado Kaschei, un brujo de las tinieblas y las fuerzas del mal. Este temible personaje, de poderes diabólicos, ha convertido en piedra a doce caballeros y ha hechizado a trece princesas, las cuales, por la noche danzan dulcemente en su jardín encantado lleno de frutos de oro. Durante el día ellas también se convierten en estatuas frías. La única forma de revertir los hechizos consiste en matar a Kaschei, pero éste tiene poderes que le hacen casi inmortal. Su cuerpo es independiente de su alma. El alma la tiene oculta en el interior de un huevo, el cual está protegido en el interior de un cofre de acero. (Un caso similar a las ocultaciones, las esculturas que tengo en La Comella) Ese es su punto débil, la espita por donde le llega la muerte; para acabar con los hechizos de Kaschei, hay que destruir el huevo que contiene su alma.
El príncipe Iván, sale un día de caza, es de noche y sin advertirlo se adentra en el jardín embrujado de Kastchei (le llaman popularmente “el malvado”, “el Inmortal”). De improviso, aparece un pájaro de plumaje dorado, resplandeciente, el cual llena el aire de las más bellas canciones. Iván le acosa y tras grandes esfuerzos logra apresarlo con mucha prudencia. El pájaro le suplica que lo deje en libertad; conmovido por su voz y belleza lo libera. Agradecido éste, le obsequia a cambio con una de sus plumas. Iván continua por el bosque y descubre a las trece princesas que retozan y ríen de felicidad. En el juego se lanzan manzanas de oro, frutos que toman de un árbol del jardín de Kastchei. Iván queda enamorado al instante de la princesa más hermosa, quien, a su vez, le corresponde. Al alba, los ogros servidores de Kastchei, las garras de las tinieblas, hacen prisionero al joven Iván, al que el brujo quiere convertir en piedra y hacer de su corazón un mineral frío. Cuando están a punto de conseguirlo, el príncipe coge la pluma que le había dado el pájaro de fuego y lo invoca agitándola en el aire. El pájaro acude al instante y con su canto dulce y luminoso hechiza al séquito del brujo. Sin embargo, pronto los monstruos se recobran y se lanzan a una danza infernal de truenos y sombras que los deja exhaustos. El pájaro interviene de nuevo con nuevas melodías y destellos que consiguen adormecer a Kastchei. Después, revela al príncipe Ivan que el maligno tiene vigilada su alma dentro de un huevo. Kastchei despierta de súbito, pero Iván ya tiene el huevo en alto (como la piedra que levanto en el lugar de encuentro), predispuesto y valeroso lo estrella contra el suelo haciéndolo añicos. El brujo y todo su séquito desaparecen para siempre entre el polvo y la oscuridad. Lentamente se elevan los dulces colores de la aurora, ¡las tinieblas y el dolor desaparecen; el pájaro de fuego vuela hacia poniente y siembra aliento para la vida!
La narración acaba con el despertar de los caballeros petrificados; ¡el tiempo mineral y sombrío ha terminado! Como no podía ser de otra manera, el príncipe y la princesa celebran su boda... El sol sigue su trayecto, el pájaro de fuego se ha hecho invisible otra vez; se disuelve fundido en la luz; ¡como aliento celeste entre los rayos del sol desaparece!
Entre los sueños de niño; así terminan las cosas si terminan bien…