jueves, 20 de agosto de 2009

Espantar las sombras con un palo

Ahuyento las sombras arrojándoles piedras. (El martillo) 20-8-09

Tu eres el que ahuyenta las tinieblas; le digo mientras amenazo a las sombras con la cornalera bífida. 20-8-09

Aunque ya he explicado algunas cosas de las acciones: Ciclo, Ca20, ahora voy a describir la función de los artefactos. No todos, sólo los que son más eficaces para relatar los salmos y darle curso a la nueva identidad de Fénix.

Yo soy escultor y en los avatares del trabajo he dejado jirones importantes de mi cuerpo; la espalda mal herida, el corazón con la necrosis de un infarto duro, tengo acúfenos crónicos, (Siento una faena interior, como un espita de gas permanente) y un dedo tullido que me espanta mirarlo. Con todo ello he de sentir y describir los salmos, los cantos misteriosos que desprende el alba.

Los primeros minutos los dedico a preparar el equipo y ahuyentar las tinieblas. Tomo un palo ganchudo, parecido a una cornalera y lo elevo todo lo que puedo, lo hago girar a derecha y izquierda, lo agito de un lado para otro con movimientos rápidos. Los cuernos son defensas y armas de ataque, así se dota la naturaleza para el combate de vivir. Con estos actos cualquiera huiría de espanto, las sombras también. Es un señuelo para las oscuridades, un simulacro que me ayuda a sentirme partícipe de las contingencias; ¡seguro que tengo algo que ver en los cambios!

Las sombras están unidas a la luz, viajan de la mano, es un hecho común. Así que la tinieblas las ahuyenta la luz, yo no soy nada, menos que un grano de mijo, una interferencia que crea un remolino diminuto entre las nubes. Ahora, eso sí, yo soy el que interpreta la historia, el que redacta los partes del día y en él, puedo muy bien ahuyentar las tinieblas; ¡no faltaría más! Todo el mundo se crece en su palco al contemplar la historia…se hace su pedestal; ¡yo no soy menos!

¡Nada!, nada, no soy nada, pero me divierte pensar que las sombras son como animalillos asustados que corren por las torrenteras, una y otra vez trepo a la piedra con el palo o con una piedra, espero amenazante la luz de sol pero a ella le digo; ¡buenos días amor, buenos días!

Al sol le temo, el me produce heridas en las pupilas cada día. Después de las acciones, voy deslumbrado, colocado durante horas, visionando motitas negras y otras cosas; !realmente es un baño interior!

En realidad no es a la luz a la que quiero ofender, es a la sombra. Siempre es a ella pero cuando la luz viene ella ya ha marchado lejos, ha traspasado los límites del horizonte posterior, huye por las sierras de La Musara. Aprovecho los primeros instantes, las luces sinuosas del amanecer, es cuando la cámara me permite disparar a velocidades lentas y captar el movimiento de las manos, procuro que sólo sea el palo el que se mueve, yo he de permanecer quieto aunque en ocasiones también me muevo. Todo es desplazado, interferido por el azar, por los juegos incomprensibles de la luz, por las visiones de mi mente alucinada que busca las puertas del misterio y encuentra la ventana del asombro.

Últimamente me pongo en posición de lanzador de piedras, ensayo el movimiento y las lanzo lo más lejos posible; realmente intento imitar el movimiento del discóbolo. Como Tanina es pequeña, en su lugar me sale la posición que ensayábamos en la mili, primero para lanzar piedras, después para arrojar granadas en el campo de tiro de San Gregorio… ¿? Hoy está en llamas, parece mentira, allí solo Vivían los matojos, ahora volverá a empezar como Fénix.