lunes, 22 de junio de 2009

El lugar de encuentro

Me presento al despuntar el alba. 22-6-09

La luz me despierta cada día, no necesito otro despertador que el pequeño resplandor que se cuela por la rendija de la ventana, el me susurra al oído, ¡buenos días amor, buenos días! De un salto salgo de la cama y me dispongo rápidamente a la faena. Cojo el instrumental fotográfico, lo cargo en la furgoneta y marcho ligero al lugar de encuentro.
Durante los meses del proceso he tenido que cambiar el sitio en varias ocasiones, unas veces por obras en la carretera Tarragona Barcelona, otras porque la evolución del sol situaba la salida detrás de un montículo o quedaba interferido por árboles cercanos, de tal manera que quedaba oculto pero no su resplandor y eso destrozaba las imágenes que quería hacer. Ahora ya he encontrado el emplazamiento definitivo, el paisaje me presenta un abanico completo de los movimientos del sol. El cielo y la tierra se miran en el espejo del mar y la calma de los siglos está presente, !yo soy testimonio!
Es un buen lugar, seguramente lo será para todo el año. Aunque tener la luz frontal siempre es un inconveniente, permite valorar toda la escena sin demasiado contraste. Reúne todas las condiciones previstas en el proyecto, el perfil del horizonte limpio, presencia del mar y la tierra, cercanía de la ciudad, tranquilidad para evitar visitas inoportunas, (aunque a esa horas hay pocas almas activas), dominio del paisaje para valorar el cielo y potenciar la escala de los elementos que intervienen, sucesión de pequeñas montañas que permiten valorar la lejanía y observar las brumas de la mañana, presencia de la actividad humana, una señal sin que predomine demasiado en el tema…
Aunque lo parece, la naturaleza no me ha regalado todo lo que se ve, tuve que ir con la pala escavadora a colocar la piedra en el lugar apropiado, retirar escombros, montículos de tierra, clínex, preservativos y ramas secas, ¡en fin! preparar un poco el terreno, dejar la casa en condiciones de ser habitada. No es un paisaje bucólico, romántico, es un picadero en la periferia de una ciudad pequeña, donde las vallas y los cortes en la tierra presentan signos evidentes de la mano irreverente de la modernidad.
Debido a que sitúo la cámara a contraluz y quiero valorar la acción que hago, acompaño a cada toma con un toque de luz de flash. Dos terceras partes de lo que pide el fotómetro aproximadamente; a veces menos, a veces más... La verdad es que se crea una situación estresante, llena de incertidumbre. He de cambiar los parámetros de la cámara constantemente. A veces veo los cambios de luz a simple vista y dedico a los ajustes de diafragma y obturación un tiempo que me gustaría tener para la contemplación.
¡Es apasionante! la luz me despierta y me revela el mundo cada día. Para ello he de medirla y valorarla en términos expresivos, soy escultor y la materia es siempre el cuerpo de la obra, en muchas ocasiones es la obra. Yo casi no hago nada, dejo en su interior un susurro y con eso basta... Aquí es igual, la materia de la obra es la luz. Yo quiero documentar las acciones, el testimonio de mis actos, mi compromiso personal y también, la luz que trae la aurora. No deseo hacer fotografía, ¡no soy fotógrafo! Aunque ha sido un recurso expresivo habitual desde que tenía veinte años y soy profesor de fotografía, ¡no soy fotógrafo! soy escultor o, mejor dicho, soy archivero y dejo en el interior de la materia los secretos que me revela el mundo.