jueves, 10 de septiembre de 2009

Un sonido indescriptible.

El invovoz golpea el yunque con el martillo y excita la materia para que hable. 10-9-09

Alcor habla con voz inaudible, es una roca calcárea que ha llegado lejos. En sus fosos ocultos guarda la verdad de los justos.

El viaje de Fénix en los límites del mundo ha terminado ahora duda y lanza los palos del devenir, los juegos del buen consejo. La voz que habla en solitario tiembla de soledad y nos conmueve, hemos compartido su camino y se han creado vínculos. El misterio es su palabra que nos golpea, repica en la frontera del universo y nos hiere. El límite se formula a la velocidad de la luz y se asemeja a la imagen que hemos hecho de Dios después de su muerte. Él ha sido abruptamente liberado, involuntariamente introducido en un paraíso ya vacío, en un desierto pletórico de resplandor en el cual se consume. Todo es incertidumbre y ante los ojos no existe nada, hasta el último matojo sagrado ha sido arrasado por el fuego de la pasión religiosa y por el acero templado con el descreimiento.

Tu restamento esta redactado, aquí está, dispuesto a bajar al fondo del pozo del dolor. 10-9-90

El humanoide comprimido, reducido a una partícula fundamental, se comunica con todos los extremos del universo socorrido por la paradoja del espin, llamada también EPR. El cíborg volador navega ingrávido en el limbo del universo. Se encuentra disuelto en su memoria funesta; del pasado lo recuerda todo y está en todas partes. Todo lo ve desde su órbita inestable y, a su vez, como Dios es capaz de abarcarlo con una sola mirada. Desde allí arriba se configura como un espectador que permanece siempre con los ojos abiertos, un observador cruel que vive el ocio absoluto y dispone de todo el saber acumulado en las horas de vigilia y de sueño.

La contención del aliento es en él un espasmo, un gemido del instante que regresa al origen. Al inspirar todo se comprime en el infinito hueco del pecho, las estrellas son devoradas por su boca como polen de olivo. Es la única actividad que tiene programada para millones de años y en ella se contempla con toda la voracidad que le permite su condición. Él sabe que ese dilatado tiempo es un suspiro, ya que en un tiempo diminuto también se contiene la eternidad, es decir, la suma de todos los instantes pueden salir por su boca con un gemido.

También intuye que si se confunde con las piedras volantes que le acompañan, con los asteroides muertos y errantes, como lo hacen nuestras ideas vagabundas, también se funde su pensamiento con todo lo que se ha pensado y con todo lo que ha existido. Al final él cree formar parte integrada del complejo mecanismo del universo, donde todo es un darse con sencillez. En el cambio de estado y en la vibración de la materia se siente renacer cada segundo. A cambio, la vibración del mundo, el latido permanente que configura la armoniosa melodía del universo, le ayuda a presentarse como luz eternamente transparente. Él ya es la luz que centellea en el cielo detrás de cada impulso creador.

Así, la agitación cósmica se transforma en una reverberación musical audible; la que se oye en el caudal del río, entre el filtro de los pinos, la que en ocasiones se escucha en la roca y en el lamento suave que traspira la tierra. Es un gemido débil, nace de una piedra que se abre o de la respiración sutil de una manzana.