martes, 18 de agosto de 2009

El retrato de Albert Einstein

Tomo aliento con los ojos deslumbrados. ¡He de escuchar lo que me dices! 18-8-09

La escultura figurativa casi siempre tiene una carga emocional, nos reconocemos en ella al instante, ahora bien, con la nueva realidad y los sistemas de reproducción de las formas, en la mayoría de los casos carece de interés artístico. No puede hacerse ninguna reflexión que sea luz nueva a nuestro mundo. La fotografía y los museos de cera han dado el réquiem final a la figuración… Dicho esto vamos a darle énfasis a una escultura que podemos mirar y desglosar los contenidos de varias maneras. Si esta obra llegara a hacerse realmente sería una aportación considerable.

El cubito de hielo coloreado es ahora una escultura de Ron Mueck, - podríamos poner el ejemplo de una obra de Antoni Tàpies, pero es muy posible que Tàpies no tocara para nada el hielo, que hiciera una cruz con el dedo y diera por concluida la obra. En este caso no encontraríamos muchas diferencias con el caso anterior, el del agua santa.
Mueck realiza una obra valiosa por su precisión en la factura y por la fidelidad al motivo, un retrato de Albert Einstein. Su teoría de la relatividad me sirve ahora para presentaros estas anotaciones cargadas de humor y amor.

Ron Mueck coloca pelo natural a sus obras, vamos a dejar que en el retrato de Einstein, le ponga también. Mueck es un escultor hiperrealista, por tanto trabaja una variable del Pop. Uno de los retratos mas sorprendentes de Einstein es aquel que saca la lengua y tiene los ojos radiantes. (Seguro que cuando Mueck lea esto se pone a trabajar en la idea)

El retrato se exhibe lujurioso en la vitrina artefacto que describí anteriormente. El lugar de encuentro, La Comella Escultura Natura en Tarragona.

Los espectadores contemplan la perfección, el documento, la historia, la expresión del retrato y todos el valores añadidos, sentimientos, admiración, etc.

Un funcionario invisible pone en funcionamiento la máquina (artefacto), el hielo inicia su proceso de transformaciones y la ley de la entropía rompe todas las unidades del orden establecido en la obra.
Lentamente la imagen pierde su precisión. Por un momento parecía que la forma aguantaba, que era la misma y tenía voluntad de permanencia, pero la temperatura sigue subiendo y al final la escultura desaparece. Ahora es agua y la forma es una imagen en la memoria, un recuerdo. La materia ha sido indiferente a la imagen representada. Lo primero que se deshacen son las aristas más finas, después las mayores y al final todo es un charco de agua sucia con pelos dispersos que flotan.

Cuando era niño jugábamos a hacer vida, le arrancábamos un pelo con raíz a la cola del caballo y la depositábamos en un charca, a los dos días se movía como una serpiente. Aquellos eran mis primeros juegos con la naturaleza. También le poníamos una pajita en el culo a una mosca y esta volaba por el cielo como Fénix con aquella pluma excelsa.

Imaginen por un momento el pelo de Einstein flotando en el agua y culebreando como anguilas. Ya se que cuesta creer, pero es una posibilidad asombrosa.

El agua se hace vapor, se ausenta de la mirada incisiva de las personas que todavía buscan el rostro de Albert Einstein en la amorfa y liquida presencia del agua. Los ojos de los asistentes, ya no tienen lugar donde posarse, una brizna de realidad aparente donde detenerse, ahora ven anguilas diminutas y exclaman. ¡No hay nada que mirar en un charco de agua, sólo pelos culebreantes! ¡Realmente la escultura ha desaparecido!

Todos se marchan disgustados por la pérdida, por el interrogante abierto sobre lo efímero de la vida, absortos ante la ausencia de la obra, perplejos ante la extraña mutación. La acción les ha dejado una pregunta inquietante en la memoria y la escultura pasa así al estado de recuerdo. Ahora tan solo queda alguna fotografía hecha de manera furtiva y una señal en la memoria.

El espacio se vacía lentamente y al final solo queda una persona, con una mano en la frente y la cara de sombro. Se pasea dando vueltas en torno al artefacto y mira el charco de agua con atención.

¿Quién debe ser?

Se trata de un premio Nobel en física; Schrödinger, que mira la vitrina en silencio pero con cierta teatralidad. Seguramente se pregunta cuestiones que ya hemos hablado antes y piensa... –¿qué es lo que ha cambiado realmente? La materia es la misma y el pensamiento de A. Einstein es, en cierta manera, representado por la relación relativa entre masa y energía. Piensa también que la materia tiene un rostro según las circunstancias. En el caso que nos ocupa, son estas las que han cambiado y nos presenta una apariencia de realidad diferente de aquélla que era antes. Al final de todas sus reflexiones piensa que es ahora, más que nunca, el retrato de Einstein.

Para los ojos de un físico la materia es la misma y la visión del mundo interior no ha cambiado. Pero el físico también es un poeta y mira el hombre en su doble dimensión, la física y la espiritual. El pensamiento del científico está ahora presente en la vitrina con toda su complejidad, la máquina transformadora ha pasado de la representación de la imagen a la representación de su pensamiento.

Un funcionario hace que la máquina emita frío y el agua vuelve a helarse en la matriz de la vitrina artefacto y formar otra vez el retrato de hielo. Los pelos han quedado distribuidos al azar. El resultado es monstruoso pero el gesto es cómico, los ojos dilatados y la lengua provocadora y llena de pelos nos hace reír, es una metamorfosis paradójica.

La materia es así siempre, en continua y reveladora mutación… En el final de los tiempos, una zoología fantástica nos sucederá, no es despreciable, ¡es una esperanza!