jueves, 25 de marzo de 2010

El Invovoz se despide de ustedes…

Las despedidas siempre son tristes. 25-3-10

El Invovoz se despide de ustedes…


El legado de Mózes ha sido la última historia, pueden ser infinitas ya que infinitas son las penas humanas. Su tío descansa en las simas oscuras de la eternidad, espera resurgir entre los neutrinos celestes. Ahora tengo que hacer lo mismo con el testamento del sol, será un día de estos… Mózes está bien, feliz bajo las cimbras del cielo.

La niña Nsasi es una esperanza en el continente dolido; nadie lo sabe por el momento. Un pequeño templo recoge su presencia en La Comella; quizá es lo único que queda. Es humilde, sencillo, solemne, tiene base pentagonal y en el tejado crecen los lirios...

Las cunanas nacen cada día, son como las flores en primavera, todos los padres las cantan y se sienten niños…

Ció es un proyecto en marcha; los moldes de los donantes se han hecho sobre las personas que apuestan por la vida, ya están en sus lugares de encuentro. La obra forma un círculo y los donantes se miran equidistantes, es el resultado de una aventura generosa, esperanzada, interminable...

El Invovoz se despide de ustedes; ha sido un sueño encarnado en La Ciudad del Sol...

Pos data: Ció ya es realidad y se respira en la ciudad de Reus; la han acogido con celebración y alegría...



miércoles, 24 de marzo de 2010

Mózes en el centro de acogida del Puerto de los Cristianos

Los rumores llegan de África. 24-3-10
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Capitulo XIII

Mózes en el centro de acogida del Puerto de los Cristianos

Llegó con hipotermia, desfallecido de hambre y hundido en la desesperación. Con él, otras personas iniciaron la travesía en un cayuco bordeando la costa Mauritana, después, a la altura de Las Canarias, acometieron alta mar de frente para embestir las olas sin ser tumbados. Eran más de treinta personas las que llegaron en aquella embarcación, más de la mitad del pasaje había quedado en el camino arrancados por las olas. En el lugar de acogida pidió la ayuda de un traductor y fue al gobierno civil para solicitar asilo, el motivo, su vida corría peligro en África por el hecho de ser albino. La petición fue atendida y le concedieron la asistencia de inmediato. El día que llegó a Canarias era ventoso y frío pero para él fue el día de un nuevo renacer; estaba en tierra libre pero no regalaban nada. La prensa se interesó por el caso y dio a conocer su historia hasta que llegó a oídos del invovoz, entonces muy activo en los menesteres de la Ciudad del sol.

Mózes llevaba consigo el pequeño envoltorio, era su pasado grabado en un pergamino de piel blanca. Pensaba continuamente en el cometido de su viaje y en que debía hacer con los restos de su tío. Enterrarlo sería lo más apropiado, incluso le pasó por la cabeza que podía tener problemas si le descubrían, podían acusarle con cargos muy graves. A través de Internet el conocía la historia de Fénix o la ciudad del sol, se llegó a emocionar leyendo los salmos, conocía el testamento del sol y también, la historia de Ció. El recordar el duelo de las jácaras había sido un consuelo en los momentos más dolorosos de su travesía, las cantaba cuando el mar azotaba el cayuco como una hoja de eucalipto y veía con amargura e impotencia como algunos de sus compañeros de viaje caían al mar y se perdían para siempre. Mientras escuchaba las antífonas sentía el canto enamorado de la vida, un rumor leve que traían las olas en forma de animal embravecido.

En su niñez, más de una vez había jugado a desaparecer entre los rayos de luz. El también era un ser luminoso que quisiera desaparecer en los mantos de la aurora. Cuando leyó el relato sobre el nacimiento de Ció lo entendió al instante, la decisión que había tomado en el momento de entrar en la vida era comprensible.

–¡Vivir está muy bien, pero no a cualquier precio!–

Se le escapó de la boca…

De Ció leyó con avidez todos sus versos, los grabó en la memoria como algo propio, como algo que también le había sucedido a él antes de nacer. Aunque no sabía casi nada del lugar donde se encontraba La ciudad del sol, ni tampoco de la existencia de El pozo del dolor, se aventuró a venir hasta España para encontrarla. Quizá llegó a Tarragona en un día no preciso. Se acercó a la Comella y me entregó el envoltorio; ¡ahora lo pienso!
Tras unas palabras de agradecimiento y presentación escueta me dijo.

–¡Tome, usted sabrá que hacer con el dolor !–

Esto último creo que no sucedió así exactamente, pero la verdad es que el envoltorio apareció ante mi el día de S. José. Lo encontré encima de Alcor, era un día de cielo despejado con brumas en el horizonte. Uno de esos días que puedo jugar con el sol como si fuera la manzana de oro. Fue una sorpresa esperada, sabía que alguna cosa extraordinaria tenía que pasarme posterior al día anunciado; 13 de febrero del 2010…

No fue nada fácil, realmente era una reliquia, la prueba evidente del sufrimiento humano. La tomé como algo sagrado, la sumergí en cera líquida varias veces hasta que quedó protegida por una cápsula herméticamente cerrada. La até a una cuerda de algodón de doscientos metros. La introduje en la boca de hierro que inicia los cuatro primeros metros del pozo, así, poco a poco, la llevé hasta el fondo… Ciento ochenta metros de profundidad, cincuenta metros más abajo que el nivel del mar, un lugar para escuchar permanentemente el aliento de la eternidad

martes, 23 de marzo de 2010

La triste historia de Zafiya

Te saludo bajo el olivo. 23-3-10

Capitulo XII

La triste historia de Zafiya

Nació en el entorno de una familia con ambiciones de poder, religiosa y fanática. A su padre ya le conocen, la madre era mucho más descarnada, murió vestida de hombre y portando una carga explosiva que exterminó a doce personas y dejó heridas a ochenta más. Ocurrió el 13 de agosto de 2009 en Kirkuk y la noticia se extendió por todo el mundo. Fue cuando se descubrió que las mujeres suicidas habían entrado en la guerra de Irak, una de las tácticas de Al-Qaida para detener el proceso Kurdo. En despachos oscuros le hicieron todos los honores como mártir a un cuerpo atomizado, inexistente, este quedó disperso en un radio de más de quinientos metros. Su marido se encontraba combatiendo en el frente de Afganistán, se enteró días más tarde y no tuvo otra expresión en el rostro que una sensación de orgullo y libertad interior. Cuando ocurrió esto, Zafiya ya estaba prometida con Abdelhamid Abu Zeid, uno de los responsables de la rama dura de Al-Qaeda, antes grupo Salafista para la Predicación y el Combate. Esta fracción se había extendido desde el Magreb hacia el centro de África. Abu Zeid Es un personaje violento, se le acusa de haber ejecutado de manera directa a un turista inglés, Edwin Dyer, en junio de 2009 y también de secuestrar en Mauritania a los tres cooperantes de Barcelona.

Zafiya no compartía ese estado de violencia y menos una visión de la vida basada en la tortura y el miedo. Como ya se ha dicho a los seis años le hicieron la infibulación, también llamada la circuncisión faraónica. Su padre tenían claro que ella podía ser en aquella tierra de promisión una reina, para ello tenía que llegar pura al matrimonio igual que llegó mujer el día de su nacimiento. En su día llamó a una curandera musulmana la cual le cortó el clítoris, los labios menores y mayores y le cosió la vulva dejando un pequeño orificio para la orina y la sangre menstrual.

Cuando conoció a Mózes sintió un deseo indómito de enfrentarse a su padre y a su prometido, pensó que tenía que ofender a aquellos bárbaros allí donde más les podía doler; ensuciar su honor y su nombre para siempre. Ella misma se abrió los labios genitales con un cuchillo de matanza. Las heridas curaron bien y no tuvo mayor complicación, pasó una semana con las molestias de un corte no muy profundo.

Como Mozés era una persona reservada y llena de temores fue ella la que iba a verlo y le contaba las historias de familia, entre ellas las de su compromiso con Abu Zeid y el odio insoportable que sentía por aquel hombre. Sobre su padre abrigaba un temor profundo, era una sensación que le comprimía la mente noche y día, a su vez, le asqueaba ver como manoseaba a Mózes y se excitaba con él. No obstante el rechazo a su familia y a todo el mundo que representaban, en su fuero interno albergaba formulas de venganza que eran copiadas de lo que había vivido. Ella podía degollar a su padre con un machete y sentirse libre de un mal que la llevaba por el sufrimiento permanente.

Para trenzar su venganza, Zafiya siguió un plan diseñado escrupulosamente. Cuando estaba con Mózes encontraba la paz y el calor de las cosas sencillas. Normalmente ponían tabaco en la sisha o pipa de agua y fumaban plácidamente. En ocasiones le ponía también hoja de marihuana hasta que quedaban rendidos de sueño, hundidos en el sopor.

Repitieron estas acciones varias veces hasta que Mozes se habituó a fumar y estar despierto, abierto a los impulsos amorosos y complacido entre caricias. No hizo falta mucho esfuerzo, Zafiya era hermosa, tenia atributos sobrados para estimular los deseos de cualquier hombre. Los acontecimientos fueron rodados, se encontraron solos como estaba previsto.

Era el mes de octubre y los frutos se secaban en las azoteas, el sol languidecía en el horizonte, se adormecían los campos lentamente y las jacarandas dejaban en el aire un perfume estimulante y genital…

lunes, 22 de marzo de 2010

Capítulo XXI La huída

Buenos días amor, buenos días. 22-3-10

Capítulo XXI La huída


Tomó una bolsa y con cuidado metió en el fondo su patrimonio recuperado, después, precipitadamente, incorporó algo de ropa y comida para el viaje. Marchó lo más rápido que pudo a Mauritania, tomó el tren que iba hasta Dakar, en el viaje no pudo desistir de acordarse de su familia y dejar caer lagrimas por la ventana así como pasaban los campos de cultivo y los paisajes secos. Allí no cambió su suerte, trabajó para un rico hacendado que lo solicitaba continuamente y lo manoseaba de manera impúdica. Era la mano de Alá en aquel territorio, un mujaidín severo que había sido compañero de armas del hombre sin rostro en Kandahar, el oscuro Mulá Omar. En su época de guerrero estuvo entrenándose en Pakistán y Afganistán y lo que hizo de él un héroe fue la lucha en el derrocamiento del régimen prosoviético de Kabul. Allí tuvo relaciones de parentesco con el Saudita más buscado de la tierra, se casó con Imán, una hija de Bin Laden la cual un buen día los plantó a todos, pidió asilo en la embajada Saudita en Teherán y lo abandonó.

Era un radical sin escrúpulos, desde Dakar organizaba los comando de Al Qaeda en Bamako y algunas zonas desérticas de Malí. En sus conjeturas hacía servir la sharía como le venía bien usarla siendo siempre una persona oscura y cruel. Vivía con él su hija Zafiya, una mujer preciosa de rostro, fruto de su primer matrimonio antes de ser mujaidín. Su madre murió en Kirkut, se inmoló por la causa de la guerra santa.

La hija era de buen corazón y de mejor cuerpo, tenía los ojos profundos y una mueca ceñida en la comisura de la boca que denunciaba el sufrimiento vivido por el hecho de ser mujer en África. A los seis años le hicieron la infibulación, la castración sensorial femenina. A los dieciocho años le salía la fuerza del deseo por los poros de la piel pero todavía no había conocido el contacto con hombre alguno.
Estaba comprometida con un militar de rango, parecía que toda la familia estaban en línea para obtener el poder absoluto, por lo tanto no reparaban en los sacrificios que tuvieran que causar. Ella era los ojos y el corazón de su padre, el enlace glorioso con el devenir. De ella esperaba la continuidad de su saga y la gloria en la historia de su país. Por ella reunió a los iniciados, nigromantes, curanderos, santeros y oficiantes de religiones tribales, también a un mulá amigo que cantaba cada día las aleyas en la mezquita oficial. Este personaje arengaba a los jóvenes para exterminar el mal del mundo venido de occidente. A la citada asamblea les pidió que hicieran una acción de gracia para preparar a su hija en matrimonio. Todos estuvieron de acuerdo al instante; la mejor ofrenda para proteger la pureza de una novia madura y casadera era cubrirla con la piel de un albino igual que el Mulá Omar se cubría con el manto de Mahoma.

Mózes escucho horrorizado los propósitos que habían ideado para poner fin a su vida, pero lo que más le conmovió fue saber como su patrón comandaba la idea sin escrúpulos. En un acto de lealtad, fue la propia Zafiya la que le relató los pormenores de la trama y le denunció las intenciones de su padre. Confesados también los asuntos del corazón le dio dinero y le exigió fugarse inmediatamente para salvar la vida. Lleno de terror y antes de ser capturado huyó hacia el puerto de Dakar y allí se embarcó en un cayuco que salía hacia las Islas Afortunadas.

Poco tiempo después le llegó la noticia de que la hija del Mulá, la que le había protegido y aliviado sus penalidades, había tenido un hijo albino. Se enteró también de que lo ahogó con sus propias manos y después se quitó la vida al despuntar el alba. Fue unos meses después de que entregara a su padre un documento escrito y envuelto en silencio. La nota era concisa: odiaba al marido que le tenía asignado y se acusaba de ser impura. Como estaba pronosticado, se había cubierto con la piel de un albino y no se arrepentía de ello. Declaraba haber tenido relaciones carnales con un ángel del cual llevaba la semilla dentro.

Su padre la encerró en una de las dependencias invisibles de la casa a la espera de acontecimientos futuros. Ella se sacrificó y con ello culminó su venganza en nombre de las mujeres que habían sufrido como ella...

Con la historia de Zafiya, su dolor y su condición de mujer, se puede hacer una de las novelas más representativas del momento que vive África, y por extensión, del sufrimiento innecesario de la mujer en el mundo...

domingo, 21 de marzo de 2010

La respuesta de Nsasi a la Tata Nganga

Capítulo XX

La respuesta de Nsasi a la Tata Nganga

Igual que Ció cuando cantó las antífonas y nos explicó los primeros senderos de la vida, Nsasi fue una niña precoz; cuando tuvo catorce meses fue capaz de escribir con cierta propiedad y responder algunas de las cuestiones que la Tata Nganga había dejado caer en los oídos de Mesala.
Pienso que pasó por su cabeza el mismo deseo que en Ció; tenía que haberse marchado con los colores de la aurora, pero era mucho el dolor de su padre y mucha la ceguera de su madre, y más aún, la ignorancia entre todos… ¡tenía que poner remedio a tanta desdicha! Pensó que tenia que desarmar la madeja de los enredos de la mente y dejar el testamento de su abuelo implantado en la tierra de una vez para siempre.
Sabia que cuando el invovoz lo enterró en un lugar tan profundo debía tener razones para hacerlo. Pensó que con los humanos no hay nada que hacer, su mayor enemigo es la pereza y el olvido interesado, siempre se pierden por esas grietas.
El pozo del dolor no es sólo una tumba, es también la mayor ocultación del mundo, allí se guardan todos los mandatos del bien hacer para la vida.
Nsasi movió los labios y con el dedo índice de la mano izquierda empezó a escribir una lectura invertida en el aire. Mientras tanto, su mano derecha se posó en la frente y amasaba el pensamiento de manera suave y metódica.
La muerte es campo nfinda, lo relató mi abuelo en los salmos. De allá nadie regresa; yo no estuve en el limbo.
Cuando la nube retumba arriba, nace el miedo en el corazón humano, abajo corren los hombres como las correderas negras, buscan consuelo en la ilusión; cualquier charlatán la puede proporcionar.
La piedra que mata al perro rojo también mata al perro azul; la piedra también es arma para matar…
En la tierra germina el semillero, la lluvia lo aviva y nace el palo congo, también las antífonas de Ció; !en la tierra germina todo, está viva!
Nsasi y Ció son la misma persona, una blanca, la otra negra, una es luz que calienta, otra nutriente de vidas pasadas. El sol es el dios en el cielo; la vida lo es en la tierra, los dos son ignorantes de nuestro dolor, ¡no saben nada y no lo sabrán nunca!
Con una idea estas confundido, con mil ideas estas mil veces confundido. Con un solo palo no se hace el monte, con muchos se forma el bosque, no por ello tienen más razón de ser.
Se liga muerto con palo Mayombe pero no sirve para nada. Se liga nganga con santo pero santo es mentiroso y solo sirve para entretener a las viejas. Dios es nada, nada nace de nada, allí donde no hay nada allí está.
La cucaracha no tiene razón en el gallinero, el gallo si. Todo es luz y penumbra en la razón de los hombres, ellos no saben estar en su sitio…
El viento mueve la malva pero no la tumba, son frases de Eyandé Laué, ahora son mías...

Paró un instante y cambió de mano, ahora era el índice de la derecha la que escribía y con la izquierda excitaba su pensamiento.
El buey sabe en que palo se rasca tanto como el brujo conoce su mano.
El rayo que está para ti no hay quien te lo quite, es tu camino.
El cementerio siempre tiene la boca abierta, se traga al ignorante y al sabio, al pobre y al rico. La diferencia está en que el último se ha escrito un epitafio en la tumba.
Que no te agarren por la boca, tú no eres un pez, no hables y escucha el rumor del cielo.
Perro no come perro, come carne; perro es carne.
No repitas todo lo que oyes, te lo haces tuyo como si lo oyeras por primera vez; es el camino de todo sabio y de todo charlatán.
Lo que se mueve no se cae, a veces se desmorona precipitadamente…
Nadie puede dar lo que no tiene; siempre, lo último que se da es la vida.
Las estrellas se mueven, nunca están en el mismo lugar.
No enseñes todo lo que sabes, enseña lo que no sabes.
Tú miras, alguien te mira, el mundo es para ser observado.
Quien camina hacia el cementerio no mira para atrás, tampoco hacia delante.
Si tú sabes más que la naturaleza apaga el sol, enciende la luna, detén los ríos.
Si alguien te pide la vida en sacrificio pide su sangre como donante, si la ofrece cada día, pide sus ojos, si los da, pide su corazón, ¡hay mucha falta en el mundo!
Cuando terminó su discurso se durmió como un niño de su edad; su madre quedó confundida...

Unos años más tarde nació otra niña, sueño dorado de los impulsos amorosos, Se llama Ada y puede que algún día vaya a África a conocer todos los enlaces de su destino.

Ada Merino Manonelles. nació casi en la frontera del tiempo, 22 de febrero de 2013, a las 23.50

El invovoz le dedicó unos versos para que entrara en el mundo con la bondad de los lirios en el pensamiento.

Ada de nimbo
Carita despierta
Ojos de luna
Sueña la niña
Entre muros repletos
De madreselvas.
Mecen mis manos
Para que descanses
Canta la noche
Ojos de luna
Manitas de viento
Ada de lluvia

sábado, 20 de marzo de 2010

La Yaya Nganga

Buenos días amor, buenos días. 20-3-10


Capítulo IX
La Yaya Nganga

Soy adivina y curandera de la Regla Palo Monte Mayombe, mi alma esta unida a la vida de la Ceiba, el árbol sagrado que formó el eje del mundo cuando las aguas inundaron la tierra. Voy a revelar mi identidad ya que no soy un chamán de señuelo, mi familia ejerce la profesión desde hace más de trescientos años.
Soy hechicera de formación conga y mediadora de la Nganga. Hago servir todos los sistemas que me son dados para adelantarme al tiempo y saber que ha de suceder, ese es mi Nguis y mi trabajo en la vida. Los más usuales son los chabalongos, el vititi mensú, el boroco, el cuerno ojo del devenir y los 21 caracoles y los cantos de los versos del suelo. También puedo ayudarme al montar los muertos para saber que es lo que pasa en el otro mundo y en la cara invisible del este y el oeste. Con mi poder soluciono los problemas humanos bajo el consentimiento de la Nganga .

Entiendo que el sentir religioso de la Regla de Palo Mayombe es el culto a los espíritus de los muertos, a las formas vivientes y a los elementos básicos de la naturaleza, en ella nos encontramos dentro del misterio de la vida.
La faena del ngangulero, el que practica la regla conga, se encuentra dividida constantemente entre las fuerzas benéficas y maléficas, la ascensión a la vida y el descenso a los lugares de la muerte.
Para entender el misterio de la naturaleza recurro a los mpungos y a los espíritus divinos, más concretamente en Nsambi ( Dios ) . Nkunia Sambi es como el sol, nos protege y alimenta a todos por igual: no distingue diferencia alguna. Dios permite todo, dice cosas a los hombres que no oyen jamás, yo si las oigo… los demás ya se apañarán con su sordera…

La gran Ceiba es la representación del cuerpo vivo; Fortuna mundo o Niña linda le dicen con cariño los mayomberos del Caribe. La Ceiba nunca ejerce el mal sobre nosotros, deja caer lágrimas de dolor cuando le roza la maldad. Cuando su corteza llora, el brujo interpreta que se esta haciendo un mal irreparable, que se está haciendo daño al alma de la tierra.
Cuando ocurrió el diluvio universal, fue como Fénix, el único árbol que sobrevivió a la gran inundación. El fue el puntal del cielo, el gran pilar del mundo. Las aguas se paraban antes de tocarla y debajo de su copa se salvaron plantas, hombres y animales; todos los que buscaron refugio en ella fueron salvados de perecer ahogados.
El alma de la Ceiba da la vida y la muerte, en ella está el comienzo y el final. Con su poder se obtiene todos los beneficios del mundo pero hay que pagar un precio por ello, ¡todas las formas vivas lo pagan!

Debajo de la Ceiba han sucedido grandes cosas, la más sorprendente es la de María Kinga, de la cual soy descendiente. María Kinga era la hija de un jefe brujo; en una ocasión, para salvar su vida tuvo que huir en la sombra de un águila que habitaba en la gran Ceiba. En África tiene otro nombre, se le llama Eyandé Laué y tenía los poderes de un Nfumo.


Eyandé Laué nació en una cueva de culebras, se crió con ellas y jugaba como una niña normal juega con muñecas o pajaritos. Cuando fue mayor la cogieron los traficantes negreros y la llevaron a Cuba, allí la vendieron como esclava a Santa Ana del limonar. Al tiempo le llamaron María Kinga y era una virgen pura y reluciente como el sol. El capataz se enamoró de ella pero ella lo rechazó varias veces, al final, ya cansada del acoso huyó al monte. Se cobijó, primero en un horno de cal y se hizo blanca como luz albina, después bajo la gran Ceiba rodeada de alacranes y alimañas, se transformó en corteza, se hizo espino que hiere con sólo verlo. Los perseguidores la descubrieron con los perros, estaba sentada en una rama como una espina más, ¡pero la descubrieron! María Kinga los vio venir y subió a lo más alto, trepó como un babuino y esperó allí arriba. Los perseguidores empezaron a derribar el árbol, de repente la Ceiba empezó a llorar y una sombra en forma de águila se abatió desde ella; María Kinga desapareció para siempre. Se fue volando a su tierra natal donde la esperaban como salvadora de África… ¡no lo consiguió!

– La yaya Nganga calló durante un buen rato, al final afirmó –

La niña Nsasi es como Fénix; la Eyandé Laué reencarnada. ¡quiera Dios que lo consiga!

viernes, 19 de marzo de 2010

Nsasi, la hija de Mesala.

Tu luz me ciega, me soporto entre Tanina y Alcor. 19-3-09


Capítulo VIII


Nsasi, la hija de Mesala.


Nació como un fluido que se escapa de un recipiente ceñido por unos fuertes músculos. Mesala no sintió ningún dolor, tan sólo una sensación de plenitud y de bondad en el cuerpo y una relajación inusitada en el vientre. Al instante pensó que era madre de un ser extraordinario. Le llamó Nsasi en lengua zulú; en el momento del parto quiso experimentar un acto transformador y así lo hizo al ver siete rayos de luz que salían de los ojos de su hija. La verdad es que Nsasi nació con los ojos cerrados, con la piel negra como el ébano, característica de los bantúes y con el cuerpo menudo y bellísimo de niña sobrenatural. Permaneció con los ojos cerrados hasta que los abrió de manera repentina. Fue tal el fulgor de sus ojos que iluminaron la estancia de manera súbita; como linternas cálidas proyectó dos focos de luz sobre el techo. Esto ocurrió en el mismo momento que enterraron los restos del tío de su padre en el pozo del dolor. A miles de kilómetros tuvo lugar el hecho y ella recibió la señal al instante; una prueba evidente de las sincronías discutidas y presentadas por Jung y Pauli. En cuanto el pequeño envoltorio tocó fondo, abrió los parpados y se llenó de resplandor.


Fue un resplandor similar al que vio Ció en el momento de nacer, de hecho era la misma luz, el mismo sol, el mismo poder nutricio de los astros. Cuando su madre se dio cuenta de que abría los ojos se quedó atónita de espanto, los ojos de Nsasi no tenían iris, o si lo tenía se confundía con el blanco del globo ocular. Por lo demás, sonreía que daba placer verla, movía los brazos con gestos ágiles y giraba la cabeza con rapidez. Observaba todos los detalles de la casa, parecía que devoraba los instantes y los retenía en su memoria prodigiosa. Era inteligente, curiosa, de buena salud y fácil de alimentar. Su madre le daba el pecho con abundancia y su tamaño aumentaba de día en día como ha de ser en los niños.


Al principio, al verla con aquel manantial de luz en los ojos, Mesala se espantó y corría por la casa con las manos en la cabeza y con lágrimas abundantes iba regándose la cara. Después pensó que su Tata, la santera, le podía ayudar en desvelar el misterio. Fue a verla con la niña envuelta en una manta, como amortajada, cuando llegó a su casa la dejó encima de la mesa destapada y mirando al cielo, como yace el niño Jesús en la cuna.


–Nsala Malekun… te traigo la gran Nganga”, (Prenda) es la hija de dios, estoy segura –


–Nsala Malekun…


Mesala: todos las criaturas vivas son hijas de dios, pero tú has tenido el don de la luz en el vientre –


La vieja Tata empezó a articular palabras inconexas, envolvía con su ritual zulú, una retahíla de versos y rezos. Bailaba y giraba con pasos cortitos, en otro momento debieron ser ágiles y largos. Al final parpadeó con dulzura, miró a la niña a los ojos y le dijo de forma clara al mismo tiempo que tocaba su cabeza con dos dedos.


–Zarabanda es dueño de tu cabeza y Nsasi dueña de tu corazón. Ella es como madre agua, como mama montaña y verde prado. El es luz en tu mente; siete rayos eternos nacidos del sol. Tienes los ojos albinos, pero eres capaz de ver allí donde los demás sólo ven tinieblas, será la salvadora de África, la gran Kimpa Vita renacida, quizá la Eyandé Laué reencarnada que trae luz a los campos y el pan a las bocas de los vivos…


Se giró hacia Mesala y dijo de manera imperante. Ella nos sacará del círculo de la oscuridad y la muerte –


–¿Puede esto ser verdad? Su gracia ya la entiendo, la presentí en el mismo momento de la concepción, fue un ángel anunciador el que llenó mi vientre. ¿Cual es la diferencia entre los dos dioses? Cómo los dos pueden habitar en el mismo cuerpo. ¿Podré entenderlo yo algún día?


–Yo conozco el Palo Monte ”, más todavía el Palo Mayombe, a este caso se le llama un ser cruzado... En mi experiencia la prenda que le doy no es la que se cruza en el cuerpo, ahora es ngueyo y son los hilos del ser los que quedan unidos a mi... En otras Ramas a lo mejor esto no es posible, pero yo tengo 30 años como Tata... se muy bien lo que me digo. Puede ser que esto sea posible... Fíjate muy bien en su piel y en sus ojos, hacen daño al mirarlos, son las espinas de la gran Ceiba. El ser cruzado es de esa manera dolor y placer, el que nace ngueyo estará cruzado toda su vida... Será redentora, salvadora con su dolor igual que Jesús; ese es su nguis En cuanto a tu concepción no fue milagrosa, tuviste semen de gran vigor, semillas tiernas cargadas de vida y dolor. –


Los Nguis son los Trabajos necesarios que, dictados por la Nganga , se deben efectuar para la resolución del problema que genera la vida.


Así fue como pasó, con su corta edad cayó sobre ella la insoportable carga de salvadora. Qué poco conocían por aquellos parajes los destinos de la condición humana, menos aún tenían conocimiento del poder que emergía de una niña con ojos blancos. Como un torbellino se forma con la brisa del mar y termina en gran tornado, así se iba forjando la revolución de la luz en un continente oscuro…

jueves, 18 de marzo de 2010

Capítulo VII El hurto

Pasas entre los dedos como agua celeste. 18.3.10

Capítulo VII El hurto

No se sabe como ocurrió, el caso de Mesala pasó a oído de las “bacantes”, en aquel lugar no eran otra cosa que putas baratas. Era una presión continua; ellas necesitaban una excusa divinizadora para hacer lo que hacían. A partir de entonces, del pueblo emergían todos los rumores pensables, Mózes tuvo que huir en más de una ocasión.
El mayor desasosiego vino de manos del marido de Mesala, se había vuelto grosero y le amenazaba con poner precio a su piel, costumbre antigua que en algunas aldeas se practicaba sin ocultarlo.

Mózes ya conocía lo ocurrido con su tío, su madre se lo había relatado con todo detalle cuando empezó a tener uso de razón. ¿Como lo supo ella? Amenazó a su marido con males peores que morir si no le relataba los motivos… ella tenía que saber porqué quería matar a su hijo. De entrada se negó a ir al lecho con él en el resto de sus días. Algunas veces pensó en envenenarlo si no se lo explicaba, siguió presionando hasta que él cedió y le dejó caer el relato de golpe; salió de su boca como plomo fundido. Como un maleficio que surge sangrante del pecho emergieron las palabras. Una vez confesado se sintió libre y en paz consigo mismo, parecía otra persona aunque nunca más solicitó a su mujer ni miró a su hijo de frente.

El estado del pueblo fue empeorando, su madre ya no podía protegerle, la situación se hacía insoportable de día en día y la miseria llenaba las vidas hasta la desesperación. Mózes se sintió acorralado y solo, aquel lugar ya no era su pueblo, no se creía seguro y decidió huir de aquel infierno. Antes pasó por cierto lugar que tenia bien controlado, un zaguán lleno de trastos viejos, mascaras rituales, bastones de mando, raíces pintadas de blanco y objetos extraños. Cogió un envoltorio que había en un estante colocado de manera muy visible y de uso reciente. Lo miró atentamente y sintió todos los instantes de su vida envueltos en aquella pequeña mortaja. Destapó un poco la bolsa de tela y reconoció al instante la piel de su tío, era blanca como la suya y aunque estaba apergaminada y seca mantenía el tacto delicado que lo identificaba. No pudo evitar que las lágrimas nublaran sus pensamientos, a su vez, una fuerza inusitada le entró por los pies y llenó de energía su cuerpo. Miró alrededor y prometió que nada ni nadie lograría pararlo si no era con la muerte. En su mano descansaba el hilo genético de una familia cargada de sufrimientos, el dolor acumulado en aquel envoltorio era mayor que todo lo que se pueda narrar con palabras. A Mózes le pesaban los pies, le presionaba el pecho, el aliento no fluía y tenía dificultades para pensar, pero aquel caudal de energía venia de lejos y como un mensaje cifrado le decía lo que tenía que hacer.
Salió por donde había entrado, una ventana en forma de mandorla que se abría en una pared de barro. Nadie lo vio y si lo vieron no tuvieron tiempo para contarlo y detenerlo…

miércoles, 17 de marzo de 2010

Capítulo VI

Tu me haces viajar a velocidades sorprendentes. 17-3-10
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Capítulo VI
Mózes y Mesala

A los siete años se atenuaron los problemas; un nuevo poder religioso se instaló en la comarca y hizo correr rumores que cambiaban totalmente la versión de su estado. Aquellos aspectos que lo relacionaban con el maligno ahora eran signos angelicales, luminosos y eso permutó su suerte en un ser admirado y deseado. Las niñas venían a verlo y lo tocaban como a un santo, los hombres lo saludaban y le daban dinero sin motivo alguno, las mujeres hacían cola para poderlo bañar y hacerle prendas de vestir.
Fueron sus años de asombro y felicidad, aunque siempre intuyó que alguna tragedia se ocultaba en todas aquellas atenciones. No dejó de pensar en una sombra tenebrosa, una nube hija de la primera noche de su vida, tragedia que se acercaba así como pasaba tiempo.

A los once años le pasó algo inusitado, un hecho que le marcó definitivamente su porvenir. Mesala, la hija mayor de uno de los tiranos del pueblo, le hizo una visita. Era una mujer fuerte, decidida y hermosa. Tenía veintiún años pechos voluminosos, piernas largas, cintura estrecha caderas anchas y unos labios de asalto para servir a un marido viejo e impotente.

–Mózes, he venido a bañarte, hoy me toca a mi y lo he hecho saber a las demás, así que no aparecerá nadie más, ¡ninguna desgraciada y latosa vendrá a manosearte.–

Enmudeció como siempre, quieto como un mármol tuvo el presentimiento que todo su destino estaba trazado y que sólo era cuestión de esperar los acontecimientos.
Mesala lo tomó en brazos y lo llevó al patio posterior de la casa, lo desnudó y lo puso en un barreño de cinc con agua tibia que previamente avía preparado. Le frotó con cierta calma, primero la espalda, después el pecho y poco a poco le acariciaba la entrepierna. Notó como aquel cuerpo de ángel se despertaba sin querer. Casi aterrorizado, Mózes balbucía palabras inconexas y decía…

–!No..., no me toques! –

Mesala no hizo caso, cambió el ritmo de las manos, le cortó las uñas y las recogió en una bolsita, le cortó un mechón de cabello y un trocito de piel seca que también fueron a parar a la bolsita. Mientras hablaba con gestos de muñequita sensual, le explicaba que era el día catorce de su ciclo, que aquella acción era muy especial para ella ya que iba a recibir una ofrenda de dios. Sentía en cierta zona de su cuerpo una sensación de mucosidad cálida y tenía los pechos más apretados que los días normales. Le tomó una mano y la llevó con cuidado hacia la vulva.

–Toca, toca, ¡ángel mío! Aquí poseo el don de la vida y hoy, gracias a ti, va a encarnarse el milagro de la luz. Mira bien..., esta es la gruta de las maravillas donde los hombres se pierden… donde, donde los placeres se consumen y las mentes enloquecen.–

Así farfullaba como un autómata, una muñequita cargada de lubricidad y decisión en lo que hacía y decía.

–¡Esta es la puerta del misterio, la ventana del sombro, la mandorla divina…!–

Así hablaba, de manera seguida, monótona e hipnótica, sin dar tiempo a pensar ni a reaccionar ante ella.
Él dio un salto y salió del barreño de cinc con ojos pasmados y temblando de miedo. Un cuerpo de raza negra, perfectamente proporcionado, erecto como un chamán y blanco como la luz. ¡Era una aparición del deseo celestial encarnado en la tierra, la sensualidad de Ció en los estambres del mundo.
Mesala saltó sobre él, lo tumbó con facilidad y lo poseyó forzando su voluntad. Cuando estuvo llena se levantó, se remangó las faldas hasta la cintura, tomó barro del suelo se restregó las piernas y se tapó el sexo empujando el semen hacia adentro.

Mózes no se movió, estaba sucio de barro y de indignación.

Mesala no volvió a verlo, su cuerpo se hizo más fuerte y al tiempo tuvo una niña que no creó ni un comentario a reseñar, excepto el hecho de nacer un día ya reseñado, 13 de febrero del 2010 a las 7,52 h. Su madre le colgó en el cuello una bolsita que Mózes reconoció al instante cuando la vio...

martes, 16 de marzo de 2010

Capítulo V

Entre los campos caminas, orgulloso me haces bajar la vista. 16-3-10


Capítulo V

Los ojos húmedos de la mañana, el brillo intenso de sus pupilas y la boca paralizada de asombro se llenaron al instante. Así cayó sobre su conciencia el yugo del sufrimiento, el peso insoportable de la vida, ¡no precisamente la levedad del ser! Por los ojos le invadió la soledad como un llanto sin consuelo; ¡la venida al mundo era dolorosa! Se podía constatar en la mirada de su padre el fruto extinto de las tierras baldías, comprobar como nada había florecido tras las llamadas continuadas de resurrección. Entonces cayó en la cuenta de que en los ecos de la aurora se podía escuchar... "no hay resurrección posible, hay cambio permanente en el juego de las permutaciones".


La realidad era devastadora, encima de la piedra estaba el “ser” languideciendo de tristeza y ella se suponía que estaba allí como aliento de salvación; le habían adjudicado el rol de redentora en un sueño, en una fantasía nacida de los forcejeos de la desesperación.

La verdad sea dicha, prefirió ser la luz del alba dibujando el horizonte…

De su mente luminosa emergió la ley natural, sintió detrás de los ojos que la vida y la muerte son hijos complementarios del sol. Que los pies son raíces que crecen con el tiempo y, si ves claro el devenir, mejor seguir los pasos apacibles de las auroras. Así se manifestó mientras consumía rápido los pocos segundos de vida que le quedaban, instantes que disolvió como aliento entre colores boreales…


–Venir al mundo está muy bien, una vez visto, mejor marchar antes de que te encadene la cobardía.–


Decidió no seguir ni un segundo más en aquella situación, ¡con lo visto ya era bastante! No quería venir al mundo a ser redentora de nadie, quería ser normal y escuchar las cunanas como todos los niños, o bien, fundirse en un abrazo eterno con los fulgores del día. Desde el nacimiento del tiempo es lo que había hecho sin cesar; siempre disuelta entre la trama y urdimbre de la rueda de los cambios.


El invovoz es un chamán de nueva estirpe, ya sin la posible resurrección, no le queda lugar en el mundo. Sus atrevimientos e invocaciones quedarán fundidos en la nada; esa es la justa recompensa a los sueños. Otra cosa es el que mueve los hilos del invovoz... Este personaje ha dado curso a todas las penalidades personales y las ha vertido en la historia, se ha liberado de ellas como de la piel vieja se libera la serpiente. De momento le han encargado una escultura para el hospital de Reus y sobre ella ha dejado caer el nombre de Ció y el curso solar centrado en la simbología del numero 12. Ha sido una contingencia demasiado casual, ¡en ocasiones tenemos que admitir lo increíble! Después de las plegarias vertidas entre los rayos de luz, alguna cosa sólida tenía que nacer de las invocaciones al renacimiento…


Solo fue un instante, sin decir nada, sin aliento y sin saber el motivo, Ció lanzó un grito roto, blasfemo, aullido seco como el crujir de una piedra azotada por un martillo. El lamento fue tan lastimoso que llenó de suspiros el aire y, al instante, algunos jirones de angustia quedaron prendidos de los árboles, en los riscos de la montaña y en el lecho de los ríos. A los dos segundos de aparecer por la ventana del asombro decidió desvanecerse entre los rayos del sol, convertirse en el perfume de la aurora y llorar entre el rocío las lágrimas de la mañana. Ella era la nueva luz esperada…la de siempre, la que languidece en el curso aburrido y circular del cielo.


En la mente de su padre, ya fuera del cuerpo del invovoz; como se ha dicho quedaron doce señales de piedra formando un círculo, obra ofrendada a los donantes de sangre. La sombra de estas doce almas justas, la reverberación de la mica y el tono de sus rostros pétreos, son la presencia permanente de Ció.

lunes, 15 de marzo de 2010

Capítulo IV

¡Buenos días amor, buenos días! 15-3-10

Capítulo IV


Como ya expliqué hace unos días, Ció fue fruto concebido sin matriz y en una mente masculina; ella era semilla de la tierra, la que se mece sin tiempo y espera el momento oportuno para germinar. En la mente del invovoz fue el canto desesperado de un año de duración, una danza afortunada ante los riscos del alba. Realmente ha sido un año extraordinario…

Al nacer vio los resplandores del fondo, el sol naciente y el color de las auroras y, en primer plano, el rostro de su padre marcado por la aflicción. El retrato de aquel hombre era el dolor sempiterno de los vencidos.

Una sombra de pesar cayó sobre ella al observar que el mundo entero cabía en el hueco que se abría en la mente de su padre. De su rostro emanaba sufrimiento como agua de un manantial oscuro. Sus ojos eran las puertas del destierro y el desamparo. Por ellas aparecían asombrados los habitantes de aquellas cavernas vacías y desoladas. Vio en él un luchador rendido, desesperado y solo. En aquel momento paso por su mente un relámpago en forma de reproche.

–Porqué me has traído al mundo sin madre…–

Su padre había escuchado una a una todas las antífonas, le había iluminado con la luz que absorbía el especulo y había tirado los palos de la fortuna cada día, ¡todo un año! Él era el móvil de su existencia y también le debía la contemplación del espectáculo más asombroso y triste que jamás se pueda soñar. En el fondo le estaba agradecida, él era su creador y mentor. Al nacer y conectar con sus ojos se sintió desfallecer; su padre era el cuadro de la existencia macerada en carne viva, tenía en el rostro dos simas tenebrosas que atraían la luz y lo devastaban todo. Fue un segundo de lucidez, en un instante ella se vio devorada por aquellos sumideros celestes. !No podía soportar aquella presión! Al momento comprobó como toda la gravedad del mundo se hundía bajo sus pies y era arrastrada en aquella sima sin fondo. Sin mediar ni una sola palabra pensó y decidió su destino.

–No quiero pasar por estos caminos.–

–¡El “ser” es el más universal de los conceptos y también el más oscuro!–

domingo, 14 de marzo de 2010

Te llevaré siempre como fruto dorado

Te llevaré siempre como fruto dorado. 14-3-10
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Capítulo IV
El extraño caso de Ció

Fue el resplandor del alba, el destello de la mañana y el sutil flujo del cielo, los que rompieron las aguas del horizonte el 13 de febrero de 2010; sin decir nada nació la niña de la luz a las 7,52 de la mañana. Aunque casi nadie se enteró, el momento fue esperado en toda la tierra y algunos hechos relevantes tuvieron lugar en el corazón de África.
--> En el momento de nacer no dijo nada, lo que tenía que decir ya lo había dicho en el período de gestación con sus frases cortas y densas. También había anunciado un camino doloroso y lleno de incertidumbre. Aquí reproduzco una de sus sentencias...
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Tu eres madre
De los limos del río
Tu eres padre

El invovoz, al verla iluminada como una razón suprema, le llamó Concepción ya que ella era la presencia del concepto, el fruto de la idea hecha leyenda. Era la acción de la mente fundida en la comprensión del mundo, una misión imposible dada la presencia efímera del ser. Él era escultor y en su concepto de obra entraba el sutil equilibrio entre la idea y la materia, nunca el juego de las formas y menos el gesto gratuito del ornamento. Siempre decía que sus trabajos necesitaban ser mirados con los ojos de la piel...
Ció fue una niña esperada y colmada por muchos y buenos sentimientos. Ningún ser nacido tuvo nunca tantos ceremoniales ni había generado tantas glosas de esperanza. En esta historia, fue nieta de Fénix y nada menos que la hija del sol. Había sido fecundada contranatura en la mente del invovoz y, aunque él le buscó una madre, no consiguió una mujer dispuesta a gestar al que había de ser el hijo de la luz. El miedo atenazaba a las hembras, las cuales no son tan cobardes como aquí aparecen, en ocasiones son capaces de fecundarse con una jeringuilla y en otras, tirarse al lecho por una sonrisa incipiente, por un roce involuntario o por un… ¡quítame allá esas pajas…!

Ció fue un impulso fermentado en el mito y macerado en la mente de un soñador, posiblemente un perturbado que ocultaba más que presentaba, esa fue su mayor quimera en una época en que escuchar era un juego de intereses, y explicarse una acción imposible. A decir verdad, no le quedó otro remedió que dejar sus ideas en la cara oscura de la realidad. No obstante; en la intención de ocultar y trabajar en la cara oscura, de renunciar parcialmente a estar presente, dejó registros muy precisos: Ver: 361º al sol. (Toda la serie sobre las ocultaciones es un un acto conceptual.) En su concepción imaginaria queda un buen registro para rastrear su pensamiento y en las acciones de Fénix o la ciudad del sol destila perfectamente su visión del mundo, pero a su vez deja sus razones sumidas en el misterio, las ubica y presenta allí donde estaban antes de haberlas pensado.

Sobre la gestación de Ció es un misterio: la inteligencia natural que demostró está fuera de lo común en un ser tan diminuto. El poder para canalizar los impulsos de la vida y la sensibilidad demostrada en los juegos del pensamiento fue lo que le facilitó el camino en el proceso embrionario. Antes de ser forma humana tuvo la capacidad de escribir las antífonas y cantarlas con el ritmo y el sutil balanceo del corazón.
Cuando estaba en el vientre escuchaba con atención los cantos de su padre y sentía la curiosidad imperiosa por conocer el mundo exterior. El retumbar de su voz le sonaba como vibraciones de campana, las estrofas que él recitaba cada mañana era una llamada permanente a la vida…

–¡hay que luchar para estar vivo!

¡buenos días amor, buenos días!–

Ante estos versos ella quería ver el mundo de manera inmediata, llenarse de él en un segundo y marchar a la misma velocidad que había venido...