domingo, 14 de marzo de 2010

Te llevaré siempre como fruto dorado

Te llevaré siempre como fruto dorado. 14-3-10
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Capítulo IV
El extraño caso de Ció

Fue el resplandor del alba, el destello de la mañana y el sutil flujo del cielo, los que rompieron las aguas del horizonte el 13 de febrero de 2010; sin decir nada nació la niña de la luz a las 7,52 de la mañana. Aunque casi nadie se enteró, el momento fue esperado en toda la tierra y algunos hechos relevantes tuvieron lugar en el corazón de África.
--> En el momento de nacer no dijo nada, lo que tenía que decir ya lo había dicho en el período de gestación con sus frases cortas y densas. También había anunciado un camino doloroso y lleno de incertidumbre. Aquí reproduzco una de sus sentencias...
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Tu eres madre
De los limos del río
Tu eres padre

El invovoz, al verla iluminada como una razón suprema, le llamó Concepción ya que ella era la presencia del concepto, el fruto de la idea hecha leyenda. Era la acción de la mente fundida en la comprensión del mundo, una misión imposible dada la presencia efímera del ser. Él era escultor y en su concepto de obra entraba el sutil equilibrio entre la idea y la materia, nunca el juego de las formas y menos el gesto gratuito del ornamento. Siempre decía que sus trabajos necesitaban ser mirados con los ojos de la piel...
Ció fue una niña esperada y colmada por muchos y buenos sentimientos. Ningún ser nacido tuvo nunca tantos ceremoniales ni había generado tantas glosas de esperanza. En esta historia, fue nieta de Fénix y nada menos que la hija del sol. Había sido fecundada contranatura en la mente del invovoz y, aunque él le buscó una madre, no consiguió una mujer dispuesta a gestar al que había de ser el hijo de la luz. El miedo atenazaba a las hembras, las cuales no son tan cobardes como aquí aparecen, en ocasiones son capaces de fecundarse con una jeringuilla y en otras, tirarse al lecho por una sonrisa incipiente, por un roce involuntario o por un… ¡quítame allá esas pajas…!

Ció fue un impulso fermentado en el mito y macerado en la mente de un soñador, posiblemente un perturbado que ocultaba más que presentaba, esa fue su mayor quimera en una época en que escuchar era un juego de intereses, y explicarse una acción imposible. A decir verdad, no le quedó otro remedió que dejar sus ideas en la cara oscura de la realidad. No obstante; en la intención de ocultar y trabajar en la cara oscura, de renunciar parcialmente a estar presente, dejó registros muy precisos: Ver: 361º al sol. (Toda la serie sobre las ocultaciones es un un acto conceptual.) En su concepción imaginaria queda un buen registro para rastrear su pensamiento y en las acciones de Fénix o la ciudad del sol destila perfectamente su visión del mundo, pero a su vez deja sus razones sumidas en el misterio, las ubica y presenta allí donde estaban antes de haberlas pensado.

Sobre la gestación de Ció es un misterio: la inteligencia natural que demostró está fuera de lo común en un ser tan diminuto. El poder para canalizar los impulsos de la vida y la sensibilidad demostrada en los juegos del pensamiento fue lo que le facilitó el camino en el proceso embrionario. Antes de ser forma humana tuvo la capacidad de escribir las antífonas y cantarlas con el ritmo y el sutil balanceo del corazón.
Cuando estaba en el vientre escuchaba con atención los cantos de su padre y sentía la curiosidad imperiosa por conocer el mundo exterior. El retumbar de su voz le sonaba como vibraciones de campana, las estrofas que él recitaba cada mañana era una llamada permanente a la vida…

–¡hay que luchar para estar vivo!

¡buenos días amor, buenos días!–

Ante estos versos ella quería ver el mundo de manera inmediata, llenarse de él en un segundo y marchar a la misma velocidad que había venido...