viernes, 11 de septiembre de 2009

El tiempo como escultor

Lancé siete piedras en el límite. 11-9-09


Sabemos que el tiempo también es un destructor convulsivo que deja rastros en el olvido y sólo ahí se puede leer su mensaje oculto. Todo queda implicado, memorizado en el corazón de una piedra, luego, pienso que el olvido está lleno de memoria.



El invovoz, el mago de la orgía y el misterio, el artífice del simulacro mira el núcleo del mundo desde Alcor y describe la realidad que presiente, él es el hacedor.



!Todo es fruto de la mente al despuntar el alba !

Intento comprender la incertidumbre. 11.9.09


Los personajes que intervienen en el relato de Fénix o la ciudad del sol, son ubicuos transversales y metafóricos. El chamán, el invovoz, sería el más concreto de todos pero dispone de un aliado, un escultor imparable que actúa sobre la materia sin mojarse las manos; el tiempo. El tiempo hace de espejo empañado, el cual sirve de soporte para describir con las uñaras el testamento de Fénix; los salmos. El tiempo es aquí como un Dios de papel impreso que habla y se refleja en los caprichos de los hombres. Presenta un mundo que refracta las luces sinuosas de la realidad y las humaniza, un universo cambiante y sobredimensionado que le colma de emoción los huecos del pensamiento.


El silencioso chirriar de su mecanismo le motivan al regreso, seguir es imposible no existe nada para hacer caminos más allá del límite. Siente como un eco de luz rebota en el fondo y le llega desde el especulo. El indeleble latido humano le estremece, se emociona y llora, son lágrimas en el cielo entre los racimos de estrellas que forman las densas nubes. De allí intenta sacar conclusiones; hay que hacer una lectura reveladora que limpie de cal las pupilas.


–¡No hay nada que hacer, el mal anida en los sentimientos!–


Piensa.


–Estamos tapados de oscuridades, cubiertos de podredumbre hasta los ojos, ciegos y perdidos, perplejos y confundidos entre pasiones, ¡es una quimera interminable!–


–¡No hay nada que hacer, el mal anida en los sentimientos!–


Confiesa.


–Las luces del cielo son piedras candentes que iluminamos desde fuera, anamorfosis de la mente que cambian los signos del rostro y, con él, el nudo de las pasiones humanas. Ellas, siempre ruedan indiferentes a nuestras preguntas…–


Nos dice.


Tenemos que meditar todo esto, él está confundido con lo que ve, nosotros con lo que presentimos. Su deformación mental no es otra cosa que la leve agitación del pensamiento del hombre que pervive. Ahora está desesperado, el mundo que le rodea tiene el tono de sus ojos. Yo, el invovoz, lo se muy bien, el timbre del amanecer se dibuja en mi rostro y según las circunstancias puedo perforar el cielo con un solo dedo o quedar en el suelo desvanecido.


–Las piedras rodantes son hijas del tiempo, polvo que cae del cielo, una de ellas se ha devenido en el Benben, el templo para poner el huevo de la cunanas.–


Afirma tranquilamente, sin cambiar ni un signo de la cara. Sin pronunciar ni una palabra lanza siete piedras más allá del límite.


–Hoy es el día de la falç al puny, aquí, en el limbo del universo no caen espigas de oro ni se pueden segar cadenas.–