III Voz (Al padre)
Eres una partícula misteriosa.
Tu peso no se mide con balanzas.
Sólo fluyes ligero.
Traspasas cuerpos tupidos.
Te decantas en espacios prodigiosos.
Para ti todas las murallas han caído.
Los duendes de Maxwell hacen de porteros.
Esta vez no me dejarán salvar la puerta.
¡Tu bien lo sabes!
Soy pesado y doloroso, tu eres liviano y vuelas.
Atrapado quedas en un rincón con tus pesares.
Yo soy un cuerpo que modifica los efectos.
Llevo encima el peso de la bola de oro.
El verduguillo clavado en el cuello.
He de aliviarme, esa carga he de quitarme.
No ha de quedar ni una palabra de consuelo.
Mi labor es invocarte y cantar tus canciones.
Como un hechizado he de danzar al alba.
Seguir los caminos ardientes del sol.
Como un poseído.
Tirar los palitos del devenir cada día.
Hasta que la sombra me sea favorable.
Como tu espero en el límite. 19-10-09
(Al hijo)
Te acercas al cenit de la vida.
Eres el esplendor de los jacintos.
Tus manos cálidas acarician los senos.
Forjas horas hipnóticas.
Haces marchitar los labios hechiceros.
Tu poder llena los rincones de la tierra
Resplandeces y construyes los desiertos.
Te haces arena candente.
Tus halos son tormentas electrónicas.
Quemas los ojos y la piel de los obreros.
Tu rostro es luz blanca en la frente.
Penumbra húmeda en la aurora.
Excitas los cuerpos.
Calientas las huevas y elevas el mar.
Tu ausencia es el lecho de la muerte.
Eres la pitanza inagotable de la vida.
Tu ocaso llena de tristeza el horizonte.
Ese es el camino.
El perfil de la montaña te aguarda.
Como ayer habrá fuego en la Mola de Coldejou.
Canta hoy con flautas de caña y júbilo.
Disfruta del pensamiento de los sabios.
Acaricia las palabras.
Tu voz es hoy el timbre del mundo.
Cuando calles ya estará todo dicho.
Te esperaba con el mantón de los tiempos.
Preparado el cazo del fundidor de los limbos.
Las nubes te han vestido.
Has llenado el cielo de sal y melancolía.
Acuden a mi mente los amores perdidos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario