II Voz
Los ecos inundan el lecho suavemente.
Con ternura me llama la luz del alba.
Los estados excitados me colman la voz.
En el cielo se hacen palabra carmesí.
Un palimpsesto describe los labios del hacedor.
El caos es el nuevo estado, todo es medido.
El orden germina en soledad.
La ley de los astros es inevitable.
Es previsible el canto de Fénix.
En él nace la ciudad de los hombres.
No hay otro lugar, él configura la vida.
Alcor es el centro de los pensamientos.
El eje espiritual de la ciudad del sol.
El lugar inocente para que jueguen los niños.
Con bolitas de cristal aprenden, se divierten.
Se lanzan agua de nubes y alegrías cálidas.
Se cubren los ojos con el lienzo de la mano.
I Voz
Se abren las ventanas de la ciudad del sol.
Las murallas se han rendido, son cenizas.
Se extienden por los prados como mis alas.
Sobre los límites del suburbio se extienden.
Las puertas han caído sin resistencia alguna.
Tus jácaras han sonado, rechinan las bisagras.
Como el carro del sol se arquean los ejes.
El perihelio es un momento excitante.
Es la melodía que entono hoy en el límite.
La corea también el pájaro de oro.
El invovoz la baila en Alcor.
Son sinfonías deliciosas.
Soy flujo sin forma, el giro de una partícula.
Un vestigio del fuego, del momento original.
Luz reverberante que se expande siempre.
Centelleo dentro de un hueso de aceituna.
Respiro el aire interno de una caña.
No hay lugar más puro, es matriz virgen.
Un espacio ensimismado, hoy anhelante.
¡Con sed excitada tomáis mis jugos!
Veo el relámpago y la semilla que se parte.
Entre los dedos, pletóricas emergen dudas.
Quién es quién en este estado germinal.
Momento preliminar al despertar fósil.
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