II Promesa
Una y otra vez se agita la espuma.
La vida ensaya rondas sin cesar.
Zumban las vainas en las cánulas.
Se lubrican las divinas mandorlas.
El sol encuba nidadas repentinas.
Soplan los manguitos erectos.
Cómicos se alinean en los campos.
Las hembras se encajan en ellos.
Se acoplan como las brujas de Salen.
Cómicas suben y bajan como balanzas.
Ungen los genitales con piel de sapo.
Lúbricas y excitadas danzan y cantan…
Los carneros saltan sobre las crías.
Los viejos se arrastran babeantes.
Algunos fenecen temblorosos y erectos.
Una y otra vez se mueven las nalgas.
El delirio venéreo estremece el alma.
Ciega los instintos, clausura la razón.
Descargan el hueso hasta la flacidez.
Así llenan la caverna de hastío.
Fue la noche de las bacantes.
Orgía bulímica, pastillas de colores.
En el trasero de un coche amarillo.
Con el Mp3 sincopado en los oídos.
En la boca, ¡goma de mascar…!
Ella gozaba doce años en flor.
Él era canto de aurora sin amor.
Semental dudoso bajo la luna.
Esperma jadeante que se ahoga.
En las orillas quedan extenuados.
De los empujes fecales.
De los vahídos del caballo
me encuentro uncido yo…
Así, arrojado a un inmundo lodazal.
Sin una brizna de amor en la sangre.
¡No quiero seguir!
Me despido antes de presentarme.
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