martes, 24 de noviembre de 2009

Legajo II. IV

No existen los giniceos del cielo. 24-11-09

Legajo II. IV


Consejo I

Tengo la lengua preñada de consejos.
La luz tiñe de verde los prados verdes.
Y el pensamiento con ideas de colores.
Los jóvenes necesitan valores sólidos.

Son tallos tiernos,
pueden morir de añoranza.

No hay leyes morales en la naturaleza.
Es una lucha implacable para seguir vivo.
No existe el castigo divino no existe.
No hay otro cielo que el que estáis viendo.

Yo os lo dejo en usufructo.
¡Para toda vuestra vida!

No existe el Hades, ni el Tártaro, ni los Elíseos.
Menos aún el paraíso sensual de las setenta huríes.
¡Pobres muchachos, les han engañado!
Les han robado la vida en un soplo.

Tomad el mío prestado.
Es viento de chirimía.

¡No quedan setenta virgos en la tierra!
No existen los gineceos del cielo.
Ni las once mil vergas de Apolinaire.
No hay vara para medir los milagros.

Escuchad bien
Nada de eso existe.

No hay trenes para cruzar el fuego eterno.
Ni caminos celestes en transito permanente.
No existen 36 hombres justos.
Ni los siete diáconos célibes.

Sólo yo soy prodigio.
Rey de luz en vuestro cielo.

Empujo el pan, hoy comeréis maná. 24-11-09

Consejo II

Hay cornaleras que ahuyentan brumas.
Sabed que el sol fenece en poniente.
Se eleva solemne en la aurora.
Con él coméis pan caliente cada día.

Yo lleno las escudillas.
A rebosar las dejo.

No existe la eternidad, nada hay que se le iguale.
Su corazón es emisión de soles perecederos.
Su tiempo se mide con una vara de mimbre.
Los cuerpos celestes son suspiros de luz.

Vuestra vida no es nada.
Menos que un grano de mijo.

Las escalas nos engañan las escalas.
La muerte anida en el limbo de la muerte.
He estado allí y he defecado serpentinas.
El fondo oscuro esta colmado de mis heces.

Tomadlas a sorbos plenos.
Son alimento permanente.

Como un perro marqué las pinas estelares.
Con lágrimas de soledad las he bendecido.
Con semillas muertas los he sembrado.
Más allá queda el abismo y mis aullidos.

Prestad atención.
Es canto misterioso

Se balancea la cuna de la desesperación.
Donde todo se precipita en la nada.
Un remolino tembloroso de luz nace.
Se agita; ¡allí se atina la nueva senda!

Tomad atajos certeros.
¡Es condición para vivir!

2 comentarios:

IiX dijo...

Tengo los oídos preparados para preñarme de tus consejos.
Es bien verdad que los jóvenes necesitamos valores sólidos.

Somos tallos tiernos,
morimos de añoranza.

Ojalá hubiera leyes morales en la naturaleza.
Luchamos implacablemente para seguir vivos.
Menos mal que no existe el castigo divino.
Yo sí creo que hay otros cielos.

Sólo tú eres prodigio.
Nuestro rey de luz en uno de los cielos.

Querría pensar que mi vida es más que nada, más que un grano de mijo, pero las escalas me engañan.

Prestaré atención
al canto misterioso.

Se balancea la cuna de la desesperación,
para dejar paso al optimismo
y a la vida,
evitando la nada y esquivando remnolinos de luz nacientes.

¡Ah! Allí atino una nueva senda:
Fénix o la ciudad del sol
me muestra atajos certeros..
¡Es condición para vivir!




Un abrazo,
Ignasi

Rufino Mesa Vázquez dijo...

Ignaci; los consejos del Fénix padre son crípticos, y en alguna ocasión herméticos y casi siempre heréticos. Creo que si haces preguntas el único que puede contestar es el invovoz. Haces una lectura de nivel y eso es bueno para Fénix…Normalmente las palabras no son mi material de trabajo, me interesa que visiones los personajes; en el discurso, casi un sueño, se confunden los tres.