sábado, 6 de marzo de 2010

El embarazo

Buenos días amor, buenos días. 6-3-10

El embarazo

La luz era tan potente, tan sensual y cargada de aldehídos de jazmín que sentí desfallecer, el cuerpo y la mente se encontraron en la oscuridad. No se cuanto tiempo pasé en el desmayo pero al despertar mi curso normal había desaparecido. Ahora me sentía en estado de gracia, tenía fermentos de luz en el vientre. Seguí las acciones entorno al sol y le dije:
¡Buenos días amor, Buenos días!
La emoción me embargaba, las lágrimas caían libres por mi mejilla, el gozo era de orden superior, ¡sublime…!

Al marchar a casa tuve mareos y sensación de extrañeza, cambios metabólicos nunca antes experimentados. Estuve atando cabos toda la tarde hasta que llegué a la conclusión de que me había quedado en cinta. Tal había sido mi estado de entrega en La Ciudad del sol que el resplandor de la mañana se había colado como una gracia divina y había movilizado las células madre… Eso pensé así de pronto...
Al día siguiente fui a la farmacia y pedí al farmacéutico con cierto secretismo, casi en un susurro.
¿Sería tan amable de venderme un predictor para hombres?
Me miró perplejo y me contestó:
–No tenemos de eso, todavía no están inventados -–
Me dio la espalda y se fue…
Una dependienta me miró furtivamente con ojos de amor…
¿Os lo podéis imaginar?
¡Quedé destrozado!
Cómo que no había un predictor para embarazos masculinos, qué marginación era esta en un mundo que se llenaba la boca con la palabra igualdad, derechos humanos, ¡igualdad!
¡Vaya hombre! no había un jodido predictor para mi caso. Era desesperante y para más incordio, no…, no sabía si el truco de la rana podía servir…
Después del disgusto marché para casa y decidí conducir yo solo el asunto. Me informé lo mejor que pude sobre embarazos espirituales, tentaciones, estados ilusorios y demás zarandajas; necedades usuales en ciertos ámbitos donde la mente se disuelve en un paraíso de posibilidades fantásticas. Es una aclaración innecesaria, pero creo que tenemos que acordar que son cuestiones que tienen que ver con el caso, ¡naturalmente!

Refresco la memoria con palabras que ya se han citado en Fénix...

Busqué consejo en los textos de los adivinos, los demiurgos y chamanes, hasta los nigromantes me ayudaron en las pesquisas más ocultas. Tomé las expresiones de Estrabón el cual afirmaba que consultar a los muertos era el mejor sistema de adivinación, lo hicieron servir los pueblos persas y ya era práctica habitual en Sumeria. Odiseo consultó a los nigromantes antes de descender al Hades y, este era un asunto mucho más serio que el mío. En África confían en el palo mayombe y las piedras de la verdad. A su veredicto se entregan ciegamente como palabra de dios. Hasta es conocido el caso de la bruja de Endor, descrita en el antiguo testamento. (Samuel 28), donde ésta invocó al espíritu de Samuel en presencia de Saúl.
No sigo, esta información ya la tienen en la entrada El fundidor de los limbos.
Después de las consultas me costó decidirme, tenía dudas y cierto temor al ridículo, el sentido común y la cordura me encadenan a pilares absurdos. Después, ¡hay que meditarlo! Se dicen muchas cosas de la manipulación de ciertos arbustos; sobre las hernias, las salidas del vientre, la inflamación de los testículos y roturas en fragmentos diminutos de serpientes, hasta se hable de muerte súbita… ¡es un no parar! Al final decidí consultar al hueco de las cañas como era advertido.

Tomé el camino más corto hasta llegar al río Francolí, allí encontré un espeso y hermoso cañaveral. Ya centrado en mi faena, seguí las instrucciones recomendadas. Abrí la ropa como dos portones y les enseñe frontalmente los genitales… las cañas me contestaron al instante…
–¡No estás en cinta…!–

¡Insólito!

Así tuvo que ser, era la solución a un problema de orden sobrenatural, quizá místico, posiblemente cuántico…