miércoles, 19 de agosto de 2009

El aliento es la vida

Limpio caminas en tu viaje. !Buenos días amor, buenos días! 19-8-09

La muerte está con nosotros como una magnífica compañera, ella viste los mejores vestidos de gala, las hojas de primavera le sirven y las de otoño también. Las lluvias y los vientos, la tierra húmeda, el macizo rocoso y la mancha en la pared. Le sirve el vuelo de un pájaro y la piedra dura que se rompe con el golpe de un martillo, todo está al servicio de las parcas. Su canto solloza el trinar de la alondra y también el ruiseñor. ¡las orquídeas sollozan su canto! El aliento es la vida, sin él todo fenece. Ahora canta...

Yo soy el creador de los mantos de la aurora; ahora canturreo en el éxodo, peregrino el más asombroso de todos los viajes. Voy hacia atrás; es el retorno que me enlaza con el momento inicial, vuelvo al comienzo, al origen de todas las cosas.
Camino
el trayecto de la luz con pasos reconocibles.
Cabalgo de cara al pasado, sobre la montura de ondas y cuantos voy...; !son partículas caprichosas, uniones invisibles...!

La presencia de la muerte es falta de aliento y alguna cosa más, todo se paraliza en aquel que deja de ser y, a su vez, todo continua; ¡es asombroso! En algunos casos la muerte es sutil y se desgrana como una sombra; son presencias furtivas del aire que se escapan por la boca a cada instante. Así como vivimos vamos muriendo lentamente.

La apariencia de la muerte dormita en la disolución de las formas, la perdida de registros en la memoria, la disminución del estado vital y numinoso del alma. En ella se pierden los rastros de la identidad, todos vamos al espacio vacío de la materia; tras una mancha oscura quedamos disueltos.
La muerte es ausencia de luz, la cueva es su hábitat, está presente como una azafata solitaria y el agujero en la montaña perfila su carácter de eternidad, la muerte nos lleva al viaje de regreso a la tierra, a la noche oscura. La oscuridad no es un valor negativo, sólo es que los ojos se han apagado y el cerebro se ha colapsado y el ser ya no cuenta para nada.

La estética de la muerte ha sido y es en la cultura una presencia insoslayable, como un color en los ojos, una parte del repertorio de la vida. Pensamos hora que hay temas que no se han de tratar en la vida cotidiana, son de mal gusto. La estética ha optado por una escatología en la expresión formal, no en el contenido.
La sociedad del vacío nos dice que tenemos que dejar atrás el dolor, el miedo, la muerte, ya no hace falta conocerla por la morbosidad que despierta, hay que maquillarla, hacerla fiesta y olvidarla rápidamente, o bien, hacer de ella un espectáculo dramático o jocoso. Los cadáveres van en aumento en los medios, se fragmentan como cascotes de vidrio pero no hay reflexión ni sufrimiento.

Despojada de tratamiento simbólico, la encontramos en la persistencia de la guerra, en la presencia salvaje de la vida cotidiana; aquí nos parece demasiado clara la intención y aparece vacía de misterio y de sentido. La muerte está presente en las catástrofes, los conflictos, las películas y reportajes... En la televisión, el cine y la prensa escrita tiene una protagonismo insoslayable, familiar e intranscendente.

Una ventana en la roca para respirar el aire que emana el devenir, sin filtros ni espectáculo, ese es el hueco de las emisiones de la materia, hálito misterioso que regresa a la vida. Un agujero, un hoyo es como una matriz que recoge todas las iniciativas que produce la razón; aquí, en este espacio, los pensamientos se contraen al volumen de una molécula. La vida empieza de nuevo en La ciudad del sol, por sus corredores internos si filtra el ciclo de Ca 20. ! Todo vuelve a comenzar!

¡Qué inmenso es el océano verde sobre la tierra! Las imágenes mentales desaparecen y la respiración se confunde con el latido silencioso de la materia. En esta dimensión, qué lejos quedan los problemas estéticos, qué poco importante es que las acciones tengan alguna significación. El mundo no está hecho para ser comprendido, no hay nada que comprender dentro de un agujero, huir en él es la solución, como lo hace un animal de las corrientes fétidas del aire. Pero justamente por eso, porque no es el lugar para las investigaciones, es el espacio donde se destilan los instintos; estos hablan claro, con el timbre de las rocas. De aquí que yo pueda escuchar los salmos...