viernes, 30 de diciembre de 2011
jueves, 25 de marzo de 2010
El Invovoz se despide de ustedes…
El Invovoz se despide de ustedes…
El legado de Mózes ha sido la última historia, pueden ser infinitas ya que infinitas son las penas humanas. Su tío descansa en las simas oscuras de la eternidad, espera resurgir entre los neutrinos celestes. Ahora tengo que hacer lo mismo con el testamento del sol, será un día de estos… Mózes está bien, feliz bajo las cimbras del cielo.
La niña Nsasi es una esperanza en el continente dolido; nadie lo sabe por el momento. Un pequeño templo recoge su presencia en La Comella; quizá es lo único que queda. Es humilde, sencillo, solemne, tiene base pentagonal y en el tejado crecen los lirios...
Las cunanas nacen cada día, son como las flores en primavera, todos los padres las cantan y se sienten niños…
Ció es un proyecto en marcha; los moldes de los donantes se han hecho sobre las personas que apuestan por la vida, ya están en sus lugares de encuentro. La obra forma un círculo y los donantes se miran equidistantes, es el resultado de una aventura generosa, esperanzada, interminable...
El Invovoz se despide de ustedes; ha sido un sueño encarnado en La Ciudad del Sol...
miércoles, 24 de marzo de 2010
Mózes en el centro de acogida del Puerto de los Cristianos
Capitulo XIII
martes, 23 de marzo de 2010
La triste historia de Zafiya
Capitulo XII
La triste historia de Zafiya
Nació en el entorno de una familia con ambiciones de poder, religiosa y fanática. A su padre ya le conocen, la madre era mucho más descarnada, murió vestida de hombre y portando una carga explosiva que exterminó a doce personas y dejó heridas a ochenta más. Ocurrió el 13 de agosto de 2009 en Kirkuk y la noticia se extendió por todo el mundo. Fue cuando se descubrió que las mujeres suicidas habían entrado en la guerra de Irak, una de las tácticas de Al-Qaida para detener el proceso Kurdo. En despachos oscuros le hicieron todos los honores como mártir a un cuerpo atomizado, inexistente, este quedó disperso en un radio de más de quinientos metros. Su marido se encontraba combatiendo en el frente de Afganistán, se enteró días más tarde y no tuvo otra expresión en el rostro que una sensación de orgullo y libertad interior. Cuando ocurrió esto, Zafiya ya estaba prometida con Abdelhamid Abu Zeid, uno de los responsables de la rama dura de Al-Qaeda, antes grupo Salafista para la Predicación y el Combate. Esta fracción se había extendido desde el Magreb hacia el centro de África. Abu Zeid Es un personaje violento, se le acusa de haber ejecutado de manera directa a un turista inglés, Edwin Dyer, en junio de 2009 y también de secuestrar en Mauritania a los tres cooperantes de Barcelona.Zafiya no compartía ese estado de violencia y menos una visión de la vida basada en la tortura y el miedo. Como ya se ha dicho a los seis años le hicieron la infibulación, también llamada la circuncisión faraónica. Su padre tenían claro que ella podía ser en aquella tierra de promisión una reina, para ello tenía que llegar pura al matrimonio igual que llegó mujer el día de su nacimiento. En su día llamó a una curandera musulmana la cual le cortó el clítoris, los labios menores y mayores y le cosió la vulva dejando un pequeño orificio para la orina y la sangre menstrual.
Cuando conoció a Mózes sintió un deseo indómito de enfrentarse a su padre y a su prometido, pensó que tenía que ofender a aquellos bárbaros allí donde más les podía doler; ensuciar su honor y su nombre para siempre. Ella misma se abrió los labios genitales con un cuchillo de matanza. Las heridas curaron bien y no tuvo mayor complicación, pasó una semana con las molestias de un corte no muy profundo.
Como Mozés era una persona reservada y llena de temores fue ella la que iba a verlo y le contaba las historias de familia, entre ellas las de su compromiso con Abu Zeid y el odio insoportable que sentía por aquel hombre. Sobre su padre abrigaba un temor profundo, era una sensación que le comprimía la mente noche y día, a su vez, le asqueaba ver como manoseaba a Mózes y se excitaba con él. No obstante el rechazo a su familia y a todo el mundo que representaban, en su fuero interno albergaba formulas de venganza que eran copiadas de lo que había vivido. Ella podía degollar a su padre con un machete y sentirse libre de un mal que la llevaba por el sufrimiento permanente.
lunes, 22 de marzo de 2010
Capítulo XXI La huída
Capítulo XXI La huída
Tomó una bolsa y con cuidado metió en el fondo su patrimonio recuperado, después, precipitadamente, incorporó algo de ropa y comida para el viaje. Marchó lo más rápido que pudo a Mauritania, tomó el tren que iba hasta Dakar, en el viaje no pudo desistir de acordarse de su familia y dejar caer lagrimas por la ventana así como pasaban los campos de cultivo y los paisajes secos. Allí no cambió su suerte, trabajó para un rico hacendado que lo solicitaba continuamente y lo manoseaba de manera impúdica. Era la mano de Alá en aquel territorio, un mujaidín severo que había sido compañero de armas del hombre sin rostro en Kandahar, el oscuro Mulá Omar. En su época de guerrero estuvo entrenándose en Pakistán y Afganistán y lo que hizo de él un héroe fue la lucha en el derrocamiento del régimen prosoviético de Kabul. Allí tuvo relaciones de parentesco con el Saudita más buscado de la tierra, se casó con Imán, una hija de Bin Laden la cual un buen día los plantó a todos, pidió asilo en la embajada Saudita en Teherán y lo abandonó.
Era un radical sin escrúpulos, desde Dakar organizaba los comando de Al Qaeda en Bamako y algunas zonas desérticas de Malí. En sus conjeturas hacía servir la sharía como le venía bien usarla siendo siempre una persona oscura y cruel. Vivía con él su hija Zafiya, una mujer preciosa de rostro, fruto de su primer matrimonio antes de ser mujaidín. Su madre murió en Kirkut, se inmoló por la causa de la guerra santa.
La hija era de buen corazón y de mejor cuerpo, tenía los ojos profundos y una mueca ceñida en la comisura de la boca que denunciaba el sufrimiento vivido por el hecho de ser mujer en África. A los seis años le hicieron la infibulación, la castración sensorial femenina. A los dieciocho años le salía la fuerza del deseo por los poros de la piel pero todavía no había conocido el contacto con hombre alguno.
Estaba comprometida con un militar de rango, parecía que toda la familia estaban en línea para obtener el poder absoluto, por lo tanto no reparaban en los sacrificios que tuvieran que causar. Ella era los ojos y el corazón de su padre, el enlace glorioso con el devenir. De ella esperaba la continuidad de su saga y la gloria en la historia de su país. Por ella reunió a los iniciados, nigromantes, curanderos, santeros y oficiantes de religiones tribales, también a un mulá amigo que cantaba cada día las aleyas en la mezquita oficial. Este personaje arengaba a los jóvenes para exterminar el mal del mundo venido de occidente. A la citada asamblea les pidió que hicieran una acción de gracia para preparar a su hija en matrimonio. Todos estuvieron de acuerdo al instante; la mejor ofrenda para proteger la pureza de una novia madura y casadera era cubrirla con la piel de un albino igual que el Mulá Omar se cubría con el manto de Mahoma.
Mózes escucho horrorizado los propósitos que habían ideado para poner fin a su vida, pero lo que más le conmovió fue saber como su patrón comandaba la idea sin escrúpulos. En un acto de lealtad, fue la propia Zafiya la que le relató los pormenores de la trama y le denunció las intenciones de su padre. Confesados también los asuntos del corazón le dio dinero y le exigió fugarse inmediatamente para salvar la vida. Lleno de terror y antes de ser capturado huyó hacia el puerto de Dakar y allí se embarcó en un cayuco que salía hacia las Islas Afortunadas.
Poco tiempo después le llegó la noticia de que la hija del Mulá, la que le había protegido y aliviado sus penalidades, había tenido un hijo albino. Se enteró también de que lo ahogó con sus propias manos y después se quitó la vida al despuntar el alba. Fue unos meses después de que entregara a su padre un documento escrito y envuelto en silencio. La nota era concisa: odiaba al marido que le tenía asignado y se acusaba de ser impura. Como estaba pronosticado, se había cubierto con la piel de un albino y no se arrepentía de ello. Declaraba haber tenido relaciones carnales con un ángel del cual llevaba la semilla dentro.
Su padre la encerró en una de las dependencias invisibles de la casa a la espera de acontecimientos futuros. Ella se sacrificó y con ello culminó su venganza en nombre de las mujeres que habían sufrido como ella...
Con la historia de Zafiya, su dolor y su condición de mujer, se puede hacer una de las novelas más representativas del momento que vive África, y por extensión, del sufrimiento innecesario de la mujer en el mundo...
domingo, 21 de marzo de 2010
La respuesta de Nsasi a la Tata Nganga
La respuesta de Nsasi a la Tata Nganga
Unos años más tarde nació otra niña, sueño dorado de los impulsos amorosos, Se llama Ada y puede que algún día vaya a África a conocer todos los enlaces de su destino.
Ada Merino Manonelles. nació casi en la frontera del tiempo, 22 de febrero de 2013, a las 23.50
sábado, 20 de marzo de 2010
La Yaya Nganga
La niña Nsasi es como Fénix; la Eyandé Laué reencarnada. ¡quiera Dios que lo consiga!
viernes, 19 de marzo de 2010
Nsasi, la hija de Mesala.
Capítulo VIII
Nsasi, la hija de Mesala.
Nació como un fluido que se escapa de un recipiente ceñido por unos fuertes músculos. Mesala no sintió ningún dolor, tan sólo una sensación de plenitud y de bondad en el cuerpo y una relajación inusitada en el vientre. Al instante pensó que era madre de un ser extraordinario. Le llamó Nsasi en lengua zulú; en el momento del parto quiso experimentar un acto transformador y así lo hizo al ver siete rayos de luz que salían de los ojos de su hija. La verdad es que Nsasi nació con los ojos cerrados, con la piel negra como el ébano, característica de los bantúes y con el cuerpo menudo y bellísimo de niña sobrenatural. Permaneció con los ojos cerrados hasta que los abrió de manera repentina. Fue tal el fulgor de sus ojos que iluminaron la estancia de manera súbita; como linternas cálidas proyectó dos focos de luz sobre el techo. Esto ocurrió en el mismo momento que enterraron los restos del tío de su padre en el pozo del dolor. A miles de kilómetros tuvo lugar el hecho y ella recibió la señal al instante; una prueba evidente de las sincronías discutidas y presentadas por Jung y Pauli. En cuanto el pequeño envoltorio tocó fondo, abrió los parpados y se llenó de resplandor.
Fue un resplandor similar al que vio Ció en el momento de nacer, de hecho era la misma luz, el mismo sol, el mismo poder nutricio de los astros. Cuando su madre se dio cuenta de que abría los ojos se quedó atónita de espanto, los ojos de Nsasi no tenían iris, o si lo tenía se confundía con el blanco del globo ocular. Por lo demás, sonreía que daba placer verla, movía los brazos con gestos ágiles y giraba la cabeza con rapidez. Observaba todos los detalles de la casa, parecía que devoraba los instantes y los retenía en su memoria prodigiosa. Era inteligente, curiosa, de buena salud y fácil de alimentar. Su madre le daba el pecho con abundancia y su tamaño aumentaba de día en día como ha de ser en los niños.
Al principio, al verla con aquel manantial de luz en los ojos, Mesala se espantó y corría por la casa con las manos en la cabeza y con lágrimas abundantes iba regándose la cara. Después pensó que su Tata, la santera, le podía ayudar en desvelar el misterio. Fue a verla con la niña envuelta en una manta, como amortajada, cuando llegó a su casa la dejó encima de la mesa destapada y mirando al cielo, como yace el niño Jesús en la cuna.
–Nsala Malekun… te traigo la gran Nganga”, (Prenda) es la hija de dios, estoy segura –
–Nsala Malekun…
Mesala: todos las criaturas vivas son hijas de dios, pero tú has tenido el don de la luz en el vientre –
La vieja Tata empezó a articular palabras inconexas, envolvía con su ritual zulú, una retahíla de versos y rezos. Bailaba y giraba con pasos cortitos, en otro momento debieron ser ágiles y largos. Al final parpadeó con dulzura, miró a la niña a los ojos y le dijo de forma clara al mismo tiempo que tocaba su cabeza con dos dedos.
–Zarabanda es dueño de tu cabeza y Nsasi dueña de tu corazón. Ella es como madre agua, como mama montaña y verde prado. El es luz en tu mente; siete rayos eternos nacidos del sol. Tienes los ojos albinos, pero eres capaz de ver allí donde los demás sólo ven tinieblas, será la salvadora de África, la gran Kimpa Vita renacida, quizá la Eyandé Laué reencarnada que trae luz a los campos y el pan a las bocas de los vivos…
Se giró hacia Mesala y dijo de manera imperante. Ella nos sacará del círculo de la oscuridad y la muerte –
–¿Puede esto ser verdad? Su gracia ya la entiendo, la presentí en el mismo momento de la concepción, fue un ángel anunciador el que llenó mi vientre. ¿Cual es la diferencia entre los dos dioses? Cómo los dos pueden habitar en el mismo cuerpo. ¿Podré entenderlo yo algún día?
–Yo conozco el Palo Monte ”, más todavía el Palo Mayombe, a este caso se le llama un ser cruzado... En mi experiencia la prenda que le doy no es la que se cruza en el cuerpo, ahora es ngueyo y son los hilos del ser los que quedan unidos a mi... En otras Ramas a lo mejor esto no es posible, pero yo tengo 30 años como Tata... se muy bien lo que me digo. Puede ser que esto sea posible... Fíjate muy bien en su piel y en sus ojos, hacen daño al mirarlos, son las espinas de la gran Ceiba. El ser cruzado es de esa manera dolor y placer, el que nace ngueyo estará cruzado toda su vida... Será redentora, salvadora con su dolor igual que Jesús; ese es su nguis… En cuanto a tu concepción no fue milagrosa, tuviste semen de gran vigor, semillas tiernas cargadas de vida y dolor. –
Los Nguis son los Trabajos necesarios que, dictados por la Nganga , se deben efectuar para la resolución del problema que genera la vida.
Así fue como pasó, con su corta edad cayó sobre ella la insoportable carga de salvadora. Qué poco conocían por aquellos parajes los destinos de la condición humana, menos aún tenían conocimiento del poder que emergía de una niña con ojos blancos. Como un torbellino se forma con la brisa del mar y termina en gran tornado, así se iba forjando la revolución de la luz en un continente oscuro…
jueves, 18 de marzo de 2010
Capítulo VII El hurto
Capítulo VII El hurto
No se sabe como ocurrió, el caso de Mesala pasó a oído de las “bacantes”, en aquel lugar no eran otra cosa que putas baratas. Era una presión continua; ellas necesitaban una excusa divinizadora para hacer lo que hacían. A partir de entonces, del pueblo emergían todos los rumores pensables, Mózes tuvo que huir en más de una ocasión.
El mayor desasosiego vino de manos del marido de Mesala, se había vuelto grosero y le amenazaba con poner precio a su piel, costumbre antigua que en algunas aldeas se practicaba sin ocultarlo.
Mózes ya conocía lo ocurrido con su tío, su madre se lo había relatado con todo detalle cuando empezó a tener uso de razón. ¿Como lo supo ella? Amenazó a su marido con males peores que morir si no le relataba los motivos… ella tenía que saber porqué quería matar a su hijo. De entrada se negó a ir al lecho con él en el resto de sus días. Algunas veces pensó en envenenarlo si no se lo explicaba, siguió presionando hasta que él cedió y le dejó caer el relato de golpe; salió de su boca como plomo fundido. Como un maleficio que surge sangrante del pecho emergieron las palabras. Una vez confesado se sintió libre y en paz consigo mismo, parecía otra persona aunque nunca más solicitó a su mujer ni miró a su hijo de frente.
El estado del pueblo fue empeorando, su madre ya no podía protegerle, la situación se hacía insoportable de día en día y la miseria llenaba las vidas hasta la desesperación. Mózes se sintió acorralado y solo, aquel lugar ya no era su pueblo, no se creía seguro y decidió huir de aquel infierno. Antes pasó por cierto lugar que tenia bien controlado, un zaguán lleno de trastos viejos, mascaras rituales, bastones de mando, raíces pintadas de blanco y objetos extraños. Cogió un envoltorio que había en un estante colocado de manera muy visible y de uso reciente. Lo miró atentamente y sintió todos los instantes de su vida envueltos en aquella pequeña mortaja. Destapó un poco la bolsa de tela y reconoció al instante la piel de su tío, era blanca como la suya y aunque estaba apergaminada y seca mantenía el tacto delicado que lo identificaba. No pudo evitar que las lágrimas nublaran sus pensamientos, a su vez, una fuerza inusitada le entró por los pies y llenó de energía su cuerpo. Miró alrededor y prometió que nada ni nadie lograría pararlo si no era con la muerte. En su mano descansaba el hilo genético de una familia cargada de sufrimientos, el dolor acumulado en aquel envoltorio era mayor que todo lo que se pueda narrar con palabras. A Mózes le pesaban los pies, le presionaba el pecho, el aliento no fluía y tenía dificultades para pensar, pero aquel caudal de energía venia de lejos y como un mensaje cifrado le decía lo que tenía que hacer.
Salió por donde había entrado, una ventana en forma de mandorla que se abría en una pared de barro. Nadie lo vio y si lo vieron no tuvieron tiempo para contarlo y detenerlo…
miércoles, 17 de marzo de 2010
Capítulo VI
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